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Seminario 2024: Clase 2


Reseña de la clase, “Los confines del fantasma”.

Por Verónica Rios

En la clase XIII, “Del goce planteado como un absoluto”, J. Lacan señala el régimen de satisfacción de la pulsión como más allá de los límites del juego significante.

Hay que ubicar que se está preguntando por algo que resiste al desplazamiento, algo que vuelve al mismo lugar. Con la primacía del registro simbólico - en su primera enseñanza- parecía lograr superar la inercia imaginaria y descifrar el síntoma. Ahora asistimos a un más allá de lo simbólico, se trata de el campo del goce. En Sutilezas analíticas, en el capítulo, “Lo imposible de negativizar”, J. A.Miller afirma que el deseo y el goce son dos vectores de la libido freudiana. En cuanto a una comparación con Freud, dice que, en el fondo, Freud trató de someter la sexualidad del ser hablante a la lógica del Edipo y le quedó entre las manos la cuestión de la sexualidad femenina. En esta línea, quedaba para Freud un problema: ¿Qué quiere la mujer? El deseo de la mujer siguió siendo para él un interrogante. Podemos ubicar una posible respuesta con Lacan:  es porque trató con todas las fuerzas de hacer entrar en el régimen fálico el régimen propio llamado feminidad. Por eso el analista francés intentó plantear un más allá del Edipo, para poder alojar, allí según otro funcionamiento, según otro régimen, lo que concierne a la mujer en su deseo y su goce.

El saber del psicoanalisis no es un saber sobre el sexo, se trata de saber sobre el goce pero, ¿cómo saber de una satisfacción que escapa a los límites de lo simbólico?. El goce es aquí lo absoluto por estar fuera del juego significante y, por estar a espaldas del sujeto como goce ignorado.

Lacan alude al problema de la histeria, especialmente al modo en que  ella “hace de hombre”. Podemos recordar el caso Dora, y el modo imaginario en que se identifica al Sr K. para intentar responder a la pregunta para abordar a La Otra mujer, en su dimensión de objeto. En el caso de la obsesión y su acercamiento al objeto de deseo, Miller en su curso 1,2,3,4 Tomo 2, señala que la primera forma imaginaria de la obsesión se constata como un desdoblamiento cuando se enfrenta a lo que situamos como su objeto. Entonces se ve afectado, en el plano imaginario, por un desdoblamiento tan intenso que necesita el sostén de un otro con minúscula que funciona como compañero. Hay una segunda fórmula que afecta al objeto mismo, como lo muestra el “hombre de las ratas": se trata de la escisión entre la mujer rica y la mujer pobre.

En 1964, en el Seminario de Los cuatro conceptos fundamentales …, define  el fantasma e ilustra este efecto de división que tiene valor de indicación clínica para ubicar el sujeto y su relación con el deseo: “El fantasma es el soporte del deseo, no el objeto. El sujeto se mantiene como sujeto deseante por una relación con un conjunto significante que siempre es mucho más complejo. Esto se ve a las claras por la forma de libreto que asume, donde el sujeto, más o menos reconocible, está en alguna parte escindido, dividido, habitualmente doble, en relación con ese objeto que las más de las veces, tampoco muestra su rostro verdadero”.

En el Seminario La lógica del fantasma, recientemente publicado, Lacan afirma que el acto sexual no permite verificar a nivel del significante la relación entre el hombre y la mujer, ni siquiera lo constituye el goce obtenido en el acto sexual. Lacan afirma que en tanto hay acto analítico, no se puede verificar el acto sexual, pero sí la relación del sujeto con el resto de goce, cuya relación encuentra su fórmula en el fantasma  ($ <> a). Anticipa de esta manera las fórmulas de la sexuación, una forma de responder a la disparidad de los goces.


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