Por Félix Chiaramonte
Diciembre 2017
“Sigmund Freud se propuso ampliar la razón ilustrada para entender la lógica de las pasiones románticas y en esto fundaba la asimetría entre analista y analizante. El primero se sustrae a las pasiones del segundo, mediante algo que se llama deseo de analista, deseo de analizar y no de cualquier cosa.”
Germán García, en su libro El psicoanálisis y los debates culturales, comenta la historia de la disciplina creada por Sigmund Freud, y si bien es cierto que la versión oficial se había iniciado con la institucionalización en 1942 en el comienzo de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), nos encontramos con un antecedente: en 1910 el chileno Germán Greve había presentado en un congreso del Centenario de la Independencia un escrito sobre esta doctrina analítica. Es decir que tenemos la primera mención del psicoanálisis en la cultura, aún cuando su práctica se realizaría en estas tierras tiempo después.
Hay que tener en cuenta que para nuestra actualidad, en parte alejada de la APA y su programa médico no apto para psicólogos hasta la década de los ‘80, también se ignora de un modo políticamente correcto a Oscar Masotta, a quien Jacques Alain Miller señala como “el asombroso argentino” que, sin que interviniera Jacques Lacan directamente, hizo llegar y multiplicar su orientación en la lengua castellana. (Ver reedición próxima de: Oscar Masotta y el psicoanálisis del castellano, de G. García)
Lógicamente, muchos/as que se publicitan como practicantes lacanianos no necesariamente conocen esta referencia. Sugestionados por una ensalada de materias que contribuyen a la desorientación universitaria del recién recibido, suponen que el psicoanálisis nació en un hospital y que la psicologización y la medicalización es lo más natural en la era de la deshistorización. Por supuesto que existen los informados y los curiosos que se interesan por lo que se oculta en los grupos de estudio y en las cátedras del olvido, en los posgrados y las especializaciones que, como en el resto del mundo, intentan conseguir un lugar con más “créditos” en la lucha del mercado.
Pero entonces: ¿por qué es importante el referente Oscar Masotta?
Porque se trata de alguien que reveló un saber-hacer en una trayectoria sin igual, mostrando los impasses de su vida, asumiendo la decisión por encarnar un nuevo discurso, entrando y saliendo de la Universidad sin dejarse encorsetar por los programas domesticados de las carreras de grado, continuando la intertextualidad en las lecturas analíticas, institucionalizando junto a otros, pero con su estilo inconfundible, la propuesta de Jacques Lacan en Argentina.
Es por eso que el lugar del analista se ubica en la pertenencia y adscripción a una institución analítica, en donde se dé lugar al deseo, el cual no depende de matrículas obligatorias ni de currículum infatuados, pero sí de la transferencia al psicoanálisis mismo. Es decir, asumir que es una posición diferente de la búsqueda de seguridades sociales, certificaciones oficiales o posgrados de-formación.
La perspectiva de un psicoanálisis por-venir retoma la dialéctica de su historia para encontrar la experiencia de lo real, no solamente para analizantes, sino también para los analistas, a cada uno en su diferencia.
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