Clase 1: El poder de la palabra
- apsftigre
- 28 mar
- 5 Min. de lectura
Enseñante: Félix Chiaramonte
Comenta: Augusto Pfeifer

Reseña de la clase 1: El poder de la palabra
Por Félix Chiaramonte
En su texto La dirección de la cura y los principios de su poder, Lacan tiene en sus cinco apartados los ejes sobre los cuales se posiciona para hacer una crítica de la desviación que representaba para el descubrimiento freudiano todo aquello a que dio lugar la psicología del yo y el intento de domesticación del inconsciente.
1- ¿quién analiza hoy?
2- ¿cuál es el lugar de la interpretación?
3- ¿cuál es la situación actual de la transferencia?
4- Cómo actuar con el propio ser
5- Hay que tomar el deseo a la letra.
La posición lacaniana de darle el poder a la palabra es una clara declaración de principios. Implica desechar la sugestión, en una elección que supone la ética de distinguir aquello con lo cual se puede trabajar en un análisis, y por ello dirigir la cura y no al paciente.
Aquello que marcó el principio, como comienzo y como punto de partida ético, del psicoanálisis, fue la oposición de Freud a la sugestión y su interés en la transferencia como un concepto fundamental de la experiencia.
La exposición de Chiaramonte fue orientada en las lecturas sobre Jacques Alain Miller en Perturbar la defensa, clase que está publicada en La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, así como también en su artículo Acerca de las interpretaciones, que está en Escansión 1, y es de 1980. Por otra parte, el texto Sobre la noción de estrategia, publicado en Escansión 3, y que también puede encontrarse en el Archivo de Germán García, en www.descartes.org.ar . Por supuesto también las referencias fundamentales freudianas en relación a la transferencia y en la historia del movimiento psicoanalítico, que transmiten el recorrido y la construcción conceptual de Freud a partir de su experiencia y testimonios.
Por supuesto que los Escritos técnicos de Freud, y el verdadero establecimiento del psicoanálisis en su origen, son las bases sobre las cuales se edifica esta construcción que permanece luego de más de 100 años, de una manera inédita respecto de otros discursos, de otras prácticas, sin sponsors medicinales , sin avales estatales, sin conexión con las religiones, sin más que una práctica clínica que se extiende por el mundo, un lugar en la cultura internacional, y en la articulación con las lecturas intertextuales desde otras disciplinas .
Existen distintas orientaciones respecto del camino que marcó Freud. Trabajar sobre cómo y quién analiza es una pregunta que pone foco en la acción analítica, y abre una operación epistémica, clínica y política por parte de la enseñanza lacaniana.
Desde un inicio esta orientación, critica y se diferencia de la propuesta que implica identificar a aquellos que vayan a analizarse con la figura del analista, así como rechazar la llamada reeducación emocional del paciente, distinguir la sugestión a la que lleva el ejercicio del poder por parte de un analista, respecto de lo que habría que hacer desde un principio que es darle el poder a la palabra.
En ese sentido también puede decirse que los posfreudianos habían olvidado el concepto mismo de inconsciente.
En este texto hay principios que se han vuelto clásicos, como el que sostiene que el analista no debe dirigir al paciente, como no dirige su conciencia, ni se propone como una guía moral, sino que lo que dirige es la cura, el tratamiento.
También es bueno recordar que un analista, a su vez paga con sus palabras, ya que sus intervenciones deben transmutarse para lograr un efecto de interpretación, y también paga con su persona ya que soporta los fenómenos transferenciales, más allá de sí mismo, diga lo que diga, y por último paga con su ser en tanto prescinde de su juicio íntimo.
El texto de la dirección de la cura tiene dos grandes partes, tiene cinco capítulos. Más allá del capítulo uno que cuenta como una introducción, los capítulos 2,3 y 4 conforman la primera parte y el capítulo 5 conforma la segunda parte.
En la primera parte se refiere a la interpretación, la transferencia, y el ser. La segunda parte, que es su selección sobre el deseo, en la cual retoma todo. La posición del analista en la transferencia, es su estrategia. En la cual el analista no es muy libre, porque depende mucho del lugar que le da el paciente. Al contrario, la interpretación Está en el nivel de la táctica porque depende de la frase que el Paciente va a decir, de lo que va a ocurrir, de la contingencia de lo que pasa, y, en ese caso, hay que ser oportunista. Se abre una oportunidad, justamente para interpretar, en donde se salta, hay que saltar bien, y hacerlo de una vez.
Es importante, en relación a la acción analítica, a la praxis, en la que siempre un practicante se pregunta cómo actuar, y al mismo tiempo, que la respuesta de Lacan sea “con su ser”, conlleva tratar de precisar eso mismo.
Frente a los lugares comunes de la reeducación emocional, o de la educación que implica un autoritarismo, tenemos a la paradoja analítica que induce con su “diga lo que quiera” a una orden de ser libre, libertad que revela una lógica interna que conduce a la palabra, pero que sigue siendo diferente de un poder ejercido por un otro. Es así donde aparece el deseo del analista, que no es otro deseo que el de analizar. Lacan compara al analista con Edipo, un Edipo ciego, alguien que se despoja del aparato del poder, para ir a buscar la verdad de su destino, y cuando es transformado en el desecho de su propia aventura. Textualmente dice “desde el momento en que Edipo emprende ese camino, ha renunciado ya al poder”. También es cierto que el analista no es un amo, o es un amo fallido, un amo que abandona el poder que podría tener. El seminario El reverso del psicoanálisis, años después ubica la diferencia entre discurso de amo y discurso del analista, reordena esos lugares, y ponen juego por ejemplo el significante amo que es siempre mediante la palabra como se dirige, se manda, más allá de la fuerza física, o de los poderes habituales de este mundo.
A partir de lo anterior tenemos que un analista por más que esté en el lugar del Otro con mayúscula en la situación analítica, no debe ejercer ese poder, se debe abstener de proponer el camino del pedido, la respuesta positiva, y la identificación con el analista. Hay una palabra clave en este texto y es el deseo.
En ese punto el deseo es el desfasaje mismo entre la necesidad y la demanda.
En definitiva, Lacan culmina ese texto de 1958 con un elogio a Freud, en tanto clínico que interrogó el sentido cotidiano del sufrimiento en la vida, no para darlo o para lavarse las manos diciendo que no tiene sentido, sino para plantear un deseo inédito, que Lacan refiere hacia la muerte.






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