El goce en la experiencia analítica: Clase a cargo de Natalia Senestrari
Comenta: Augusto Pfeifer
En el capítulo XXI del Seminario 16, titulado “Aporías respuestas”, Lacan manifiesta que la experiencia analítica demuestra que el goce está excluido y que nuestra práctica se consagra a desenmascarar la relación del síntoma con el goce, que se afirma como real último del funcionamiento del sistema mismo que lo excluye.
Va a presentar tres términos como soportes: el goce, que está excluido; el Otro como lugar en relación al saber y el objeto a, que es su apuesta.
Nos dice que, en la experiencia analítica, en torno al goce -que nombrará como significante fálico en la medida que está excluido- se ordena toda la biografía en lo que concierne a las neurosis. El analista escuchará las relaciones de tensión infantiles establecidas entre el sujeto y ciertos términos: el padre, la madre, el nacimiento de un hermano, etc.; pero que esto sólo adquiere sentido debido al lugar que ocupan en la articulación del goce, el saber y el objeto a. Las relaciones llamadas interpersonales, así como también la manera en que se presentaron los deseos en el padre y en la madre y en lo ellos han ofrecido al sujeto, deben situarse respecto a estos tres términos. Esta es la articulación que Lacan nos propone en el presente capítulo.
En cuanto al momento histórico en que es dictado este Seminario (1968-69) plantea que, en relación al saber y al goce, donde en tiempos de antaño les era posible cierta retirada con respecto al goce, ahora eso ya no sucede, por la puesta en juego del capitalismo. Agrega que la explotación del trabajador, donde el goce le da todo su real, suscita una aporía que hace surgir la Revolución. Sin embargo, refiere Lacan, hay una relación circular y de estrecha solidaridad entre esta última y el sistema capitalista. Proponiendo que quizás el interés histórico del psicoanálisis radique en mostrar una junta donde este círculo podría abrirse.
En cuanto a las neurosis, Lacan establece que la elección entre obsesión e histeria, se realiza en términos de imposibilidad y su cara correlativa, que es la proyección de esta imposibilidad en Insuficiencia.
En relación a esto, la enseñante toma dos Seminarios anteriores del autor, el 5 y el 6, donde él toma esta cuestión, desde la lógica del significante. En el Seminario 5, en el capítulo XXIII “El obsesivo y su deseo”, Lacan dirá que en la histeria nos encontramos con una insatisfacción del deseo. “Su deseo no es el deseo de un objeto sino deseo de un deseo.” Mientras que el obsesivo encontramos una dependencia respecto del Otro en el acceso al deseo. “El obsesivo siempre está pidiendo permiso, se pone en la más extrema dependencia respecto al Otro y resuelve la cuestión de la evanescencia de su deseo produciendo un deseo prohibido. Se lo hace sostener al Otro, mediante la prohibición del Otro.”
En el capítulo XXIV “La dialéctica del deseo en el neurótico”, del Seminario 6, el autor manifiesta que el sujeto puede sostener su deseo frente al deseo del Otro de dos maneras: como deseo insatisfecho, es el caso de las histéricas, o como deseo imposible, como es el caso del obsesivo. En la histeria, la función que se da a sí misma es la de obstáculo. Ella viene a ocupar en el fantasma la posición tercera entre el sujeto y el objeto, su goce es impedir el deseo. En cambio el obsesivo, nunca se encuentra donde está en juego algo que pueda ser llamado su deseo. No puede hacerlo más que desplegándolo en el tiempo, temporalizando esa relación, dejando siempre para mañana su compromiso en la verdadera relación de deseo. “Mientras la relación con el deseo tiene en la histérica una estructura instantánea, el obsesivo siempre reserva para el día siguiente el compromiso de su verdadero deseo.”
Volviendo al Seminario 16, Lacan articula estas dos vertientes de la neurosis con el objeto a, en relación a la respuesta de éstos a los atolladeros del goce. El obsesivo rechaza tomarse por amo. El goce sólo se autoriza para él, a partir de un pago siempre renovado con el Otro -siempre imaginado como entero- que no se iguala nunca y es lo que hace a las modalidades de la deuda. “En la histérica se dice que ella rechaza el goce sexual. En realidad ella promueve el punto al infinito del goce como absoluto. Ella promueve la castración (…) y es porque este goce no puede ser alcanzado por lo que ella rechaza cualquier otro.”
Lacan nos propone, releer a la luz de estos términos, lo que escuchamos en la clínica, esas anécdotas y circuitos biográficos, que la transferencia descompone para volverlos más manejables, pero que en realidad nos dedicamos a calmar lo que se presenta como abertura o hiato, esa frontera abierta entre saber y goce, que el neurótico vuelve a interrogar y que nada puede suturar.
Al final del capítulo el autor hace alusión a la relación que establece Freud entre el ritual obsesivo y la religión. Esto podemos encontrarlo en el texto freudiano “Los actos obsesivos y las prácticas religiosas”, de 1907.
Continuando con la lectura intertextual, la enseñante toma un texto de Eric Laurent “El uso fecundo de la lógica” donde el autor refiere que el neurótico sostiene su deseo apoyándolo en la consistencia del Otro. El sujeto histérico no puede sostener su deseo sin sostener el deseo del padre. Las vacilaciones del deseo están vinculadas al punto en el que el padre demostró la impotencia de su deseo ante el deseo materno. Tenemos un claro ejemplo de esto en la afonía de Dora, cuando adivina la impotencia del padre y conjetura que sólo a través de la satisfacción oral este puede tener una relación con su amante. También encontramos en el obsesivo innumerables recursos para garantizar la consistencia del otro. Él tratará de asegurarse de que el Otro, el padre, esté completo, pero no intentando sostener su deseo, sino borrando todas las huellas de sus fallas, borrando las huellas en que vaciló el deseo paterno. Esto lo vemos en el caso del Hombre de las ratas, que se dedicará a rehacer las cuentas familiares para que cuadren bien. Según Laurent, mientras que el obsesivo se asegurará de la consistencia del Otro haciéndose insoportable, la histérica lo hará haciéndose imprescindible.
En su libro Fundamentos de la clínica analítica, Germán García, hace uso de la lógica de Miller para diferenciar histeria y obsesión. En la primera vemos una contingencia que lleva a una certeza (“Lo vi y sé que era él, el hombre de mi vida”) que lleva una insatisfacción (Creí que era él, pero no lo era, me engañé). En el obsesivo vemos una temática de lo necesario (ej. Se volvió necesario para mí, casarme) que hace dudar, porque está empujado a hacerlo, no es una decisión, es necesario que lo haga, duda, entonces se vuelve imposible.
En este libro García toma de Freud, en “Inhibición, síntoma y angustia”, de 1925 lo que este plantea al respecto. “El obsesivo es el hombre del destino, está llamado a cumplir su destino y quiere salirse, y lo imposible es su manera de responder a eso. Mientras que la histeria es el azar, la contingencia.”
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