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Los mal-estares de los niños también tienen un lugar en la palabra

Por Virginia Gilardi

Diciembre 2019

En esta época se ha generalizado, se ha hecho más habitual la consulta para el tratamiento psíquico infantil.

La particularidad que toma este pedido en la clínica con niños se genera a partir de intervenciones de las instituciones educativas, conflictos con participación del ámbito judicial y en ocasiones por el interés de los propios padres. Si decidimos atender estos pedidos nos ocuparemos de localizar qué sufrimiento, si lo hay, aloja esta demanda. Desde que Freud comenzó a interesarse por lo infantil en su texto “Tres ensayos de teoría sexual”, de1905, nos advirtió que la sexualidad adquiría valor traumático desde infancia.

El psicoanálisis comenzó a ocuparse de aquello que en lo infantil escapa a lo que sería esperable evolutivamente en un niño.

Algo se revelaba como no predecible, no educable, no adaptable anudando este carácter disruptivo a la situación de desviamiento con la que nace un niño y el encuentro con la sexualidad infantil.

La sexualidad humana presente ya desde la infancia nos anticipa que nada se comportará ya como un instinto, como algo predeterminado.

La consulta por un niño escapa a lo que se pretendería generalizar, adaptar o predecir.

Si hay algo que el Psicoanálisis nos enseña a partir de Freud es que ciertamente algo falla, algo se escapa a lo que se pretende domesticar en cualquier sujeto.

Más allá de las contingencias que de la infancia lleven a una consulta, cada niño, uno por uno se las verá con esta dependencia de un Otro… con sus propias exigencias pulsionales… y con el modo en que Él decide ubicarse frente a las respuestas que este Otro viene dándole.

Un modo de sufrimiento tan particular para cada uno, hecho de curiosidad infantil, enigma sobre la diferencia de los sexos, la muerte y qué lugar se ocupa en el Otro. Pero sobre todo un sufrimiento de palabras.

Con nuestra intervención desde el psicoanálisis proponemos escuchar lo que la infancia tenga para decir con el tono imperante en la época, los discursos de cada familia, las fantasías y teorías que cada niño construye.

Entendemos que lo infantil puede traducirse en un malestar singular como respuesta a los deseos e ideales de los padres, sin intentar imponer un nuevo ideal ni alternativas estandarizadas. Se trata de un dispositivo para escuchar el sufrimiento particular detrás de cada pedido e intentar esclarecer el modo en que cada uno desde la infancia desea y goza.




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