Por Myriam Leguizamón
Enero 2020
Los youtubers, instangramers o influencers a través de sus canales o redes sociales muestran cómo superar niveles en los videojuegos, parodian situaciones de la vida cotidiana, llevan a cabo insólitos retos, enseñan a maquillarse, a vestirse, a divertirse a través de consejos, de fotos o teatralizaciones.
Estos nuevos ídolos generan un fanatismo descomunal en gran cantidad de gente pero se han tornado la primera elección a la hora de usar la computadora o el celular en los niños, púberes y adolescentes.
Luego de ver algunas publicaciones y conversar con niños y adolescentes sobre este fenómeno, me resultó llamativo descubrir varias cuestiones que merecen una reflexión.
Los niños y los púberes ven casi las mismas cosas. Cosa llamativa y preocupante ya que sabemos que en el caso de los más pequeños, estos no cuentan con un aparato simbólico para responder a cuestiones de la sexualidad, por ejemplo, que explícita o implícitamente está presente en esas publicaciones.
Además otra cuestión importante a destacar es que las publicaciones de estos “famosos” ha generado una idea entre los más chicos – y no tan chicos- que se impone y fascina: hay un modo de ganar mucha plata sin hacer un trabajo “sacrificado” como el de los padres o adultos que los rodean.
Otra versión de la misma especie es la fama la que garantiza la felicidad, el dinero y el poder .Si bien eso no tiene nada de nuevo- quién no le supuso una vida de placeres y comodidades a las celebrities de cada época- lo que es nuevo es el modo que permitiría conseguir esos cometidos, actualmente con una computadora, un celular, buenas fotos y publicaciones originales el milagro podría suceder. Por eso muchos chicos suben cosas casi constantemente y están obsesivamente pendientes de cómo suben los valores de sus likes o seguidores que garantizarían su popularidad.
Esa fantasía sumada al desconocimiento y a la desinformación ya que de estos temas no hablan con los adultos, porque los adultos desconocen a esos personajes, no les permite saber que detrás de esos videos hay un mundo de inversiones, contratos y dependencias, alienación y mercado.
Pero no podemos ignorar que todos estamos inmersos y atrapados en este universo de fotos comunicación y engaño que generan las redes ¿porque los niños renunciarían al sueño de tener un trabajo divertido, bien pago que le garantice felicidad?
En las familias todo esto es un problema. Frente a la necesidad irrefrenable de los chicos de estar “pegados a las pantallas” y para propiciar que cumplan con sus tareas escolares y sociales los padres recurren a prohibiciones, penitencias, sanciones y negociaciones. Es cómo dicen muchos “una lucha diaria” que genera un clima de tensión, frustración, enojo y culpas. Todo exceso es nocivo, lo sabemos, por lo tanto es necesario y esperable que haya una regulación por parte de los adultos en este tipo de actividades es la función educativa y protectora de la familia.
Frente a estos fenómenos y sus efectos los practicantes del psicoanálisis no educamos, no rectificamos, no sancionamos nuestra misión es analizar, es decir trabajar analíticamente para permitirle a quien consulta que logre ubicar qué lo angustia, lo perturba o lo hace sufrir y pueda esclarecer su posición frente a eso.
Nada sucede para todos de la misma manera, cualquier evento o vivencia no produce el mismo efecto en todos los afectados. Por eso no solemos dar recetas o tips porque la respuesta siempre es singular.
Cuando en psicoanálisis decimos que le damos la palabra a alguien decimos también que le ofrecemos una escucha, no presuponemos nada en absoluto escuchamos seriamente. Sucede que en el uso de la palabra que cada uno hace comienza a dibujarse otro “guión” que nada tiene que ver con los guiones que interpretan los otros.
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