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Qué dice y qué hace el psicoanálisis con la angustia

Por María Verónica Rios


Puedes mantenerte alejado de los sufrimientos del mundo, ello queda a tu criterio y está de acuerdo con tu naturaleza; pero precisamente es este mantenerse alejado el único sufrimiento que podrías evitar.

Franz Kafka

Nadie puede ignorar el nombre de Sigmud Freud, su obra y las consecuencias que dieron origen a un campo discursivo. Hombre de ciencia que en su época argumentó su invento frente a otros discursos, e incluso comportándose él mismo como el interlocutor antagónico a quien refutar o confirmar sus novedosas y vigentes conceptualizaciones acerca del inconsciente. Sin abandonar nunca el conflicto, el malestar y el deseo como intrínseco al quehacer de la civilización, fundamenta la clínica psicoanalítica a la luz de la construcción misma que se daría por llamar psicoanálisis, neologismo con el que nombra una práctica inédita, que aborda los síntomas en las fobias, acciones obsesivas, ataques de angustia, etc.


En la conformación de estas dolencias Freud descubre el nexo preciso, qué y cómo la angustia llamada neurótica, participa en la formación de los síntomas, proceso que describe en detalle en el texto Inhibición, síntoma y angustia, de 1925. Para resumir, Freud ubica el desarrollo de la angustia como resultado de un peligro pulsional (satisfacción), ello es registrado por el yo, que emite la angustia señal que instala la represión y el síntoma. De la satisfacción pulsional no se puede huir, es un peligro interno a diferencia del miedo, que concierne a un peligro externo.


Resulta que, en la consulta al analista, se pondrá en conexión esa angustia con el sentido de los síntomas, pasaje que no solo alivia la relación de ese cuerpo extraño que es el síntoma mismo, sino que también aborda la verdad que despertó la angustia y el posterior proceso de represión que dio por resultado el desconocimiento inicial acerca de la dolencia, y una satisfacción ignorada (inconsciente), donde no se reconoce la huella de lo reprimido. Solamente el trabajo analítico podrá recomponer un saber y al mismo tiempo la oportunidad de nuevas decisiones sobre las causas y destinos de lo reprimido. Qué es lo que se reprime: se trata de deseos y mociones libidinales que son causa de rechazo por parte de la instancia moral, los ideales y la severidad del superyó. Acerca de este último, Freud comunica en El malestar en la cultura, publicado en 1930, que el sentimiento de culpabilidad inconsciente, engendrado por la civilización misma, es un equivalente de la angustia.


La angustia y los síntomas suelen presentarse en forma aislada o simultánea. El psicoanálisis propone un tratamiento de la angustia y del síntoma. En principio, la interpretación es una respuesta del analista al deseo inconsciente y desconocido para el analizante. Sabemos que ese deseo se ha hecho presente (es más, estuvo allí desde siempre) pues la angustia es su umbral, y testimonia la certeza de un afecto. Dice Jacques Lacan en el seminario La angustia de 1963, siguiendo las vías freudianas, que la angustia es una señal de lo real (pulsión) y que presentifica la pregunta por el deseo. En esa dirección, “es un afecto que no engaña”.


Se trata de hacer legible el síntoma y hacer un buen uso de la angustia mediante su dosificación, orientada a desarticular lo que de la satisfacción deriva en dolor, satisfacción paradojal pues a la vez que satisface, atormenta, y el sujeto quiere sacársela de encima. Es solo por la vía de la experiencia analítica que se vuelve asequible un modo de responder al encuentro con la angustia y sus vicisitudes.





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