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Libre bajo palabra

Por Félix Chiaramonte


Asociación libre, regla fundamental del método psicoanalítico, bajo la palabra en el campo del lenguaje. Libre con las palabras y al mismo tiempo sujeto de las determinaciones del inconsciente y su lógica.


Dice Miller en Polémica política (1): “La lengua está hecha para hablar de lo que no existe, lo que significa que la libertad está en la lengua.” […] “en el ámbito de la lengua podemos dar un sentido a la libertad. La llamada arbitrariedad del signo expresa y oculta a la vez la función de la libertad. El hecho de que el significado esté separado del significante, al contrario de lo que sucede en la lengua bloqueada de Babel, oculta la falla donde se desliza la libertad. Esta libertad es también lo que André Bretón llama “la imaginación” cuyos derechos defiende en el Manifiesto del surrealismo contra materialistas, realistas y lógicos. Ahora es aún un poco más complicado. Porque el poeta no es un amo. Deja la iniciativa a las palabras. Lacan evoca en alguna parte la viva curiosidad que Platón sentía en el Cratilo por las 'pequeñas bestias' que son las palabras, que solo hacen lo que quieren. Lacan agrega que Jakobson demuestra que 'el poeta se produce al ser comido por los versos, que encuentran entre ellos su arreglo sin preocuparse, es evidente, lo sepa o no el poeta'. Aquí veo dibujarse una copertenencia del inconsciente y de la libertad, en el sentido de la asociación libre, que me parece del mayor interés. Hay que reflexionar sobre ello seriamente”.

“Libre bajo palabra” , expresión utilizada en un programa de radio de una FM local que hacíamos con amigos a principios de los 90 en una era neoliberal de masas adormecidas, como tantas otras épocas, tal vez una característica estructural de las masas que no están organizadas. Al mismo tiempo sabía que era una denominación jurídica: “La libertad bajo palabra, o libertad condicional, es una pena que un tribunal le impone a un acusado en lugar del encarcelamiento y de otras penas. El propósito de la libertad bajo palabra es que la persona condenada pueda garantizar y demostrar tener buena conducta y que no vuelva a quebrantar la ley.”


Hay algo de la libertad condicional que es la que efectivamente existe en un mundo regido por las clases sociales y sus desigualdades, los racismos, las masacres autorizadas en función del Bien. La libertad es no-toda. Incompleta. Fallida. Porvenir de una ilusión. Habría que ver cuáles son sus condiciones.


Ese Bien que hemos leído este año combatido por el seminario de La ética... de Lacan, en su intersección de Kant con Sade, o en las dos muertes de Antígona, y también en el cuestionamiento a los ideales médicos y las metas morales de los posfreudianos, que en todo caso están al servicio de los bienes.


Slavoj Zizek, filósofo esloveno, ubica que cuando Lacan dice que “Marx inventó el síntoma”, es porque detecta “una fisura, una asimetría, un cierto desequilibrio patológico que desmiente el universalismo de los derechos y deberes burgueses” [...] “Este procedimiento implica, así pues, una cierta lógica de la excepción: cada universal ideológico-por ejemplo, libertad, igualdad-es falso en la medida en que incluye necesariamente un caso específico que rompe su unidad, deja al descubierto su falsedad. Libertad, por ejemplo: una noción universal que abarca una serie de especies (libertad de expresión y de prensa, libertad de conciencia, libertad de comercio, libertad política, etc.) pero también por medio de una necesidad estructural, una libertad específica (la del obrero a vender libremente su propio trabajo en el mercado) que subvierte esta noción universal. Es decir, esta libertad es lo opuesto mismo de la libertad efectiva: al vender su trabajo libremente, el obrero pierde su libertad, el contenido real de este acto libre de venta es la esclavitud del obrero al capital. El punto crucial es, por supuesto, que precisamente esta libertad paradójica, la forma de lo opuesto a ella, la que cierra el círculo de las libertades burguesas”. (2)


En ese tiempo, 1989, decía Zizek: “Hoy, por ejemplo, la apuesta de la lucha entre neoconservadurismo y social democracia es la libertad: Los neoconservadores tratan de demostrar que la democracia igualitaria que se encarna en el estado de bienestar, conduce necesariamente a nuevas formas de servidumbre, a la dependencia del individuo del Estado totalitario, en tanto que los socialdemócratas acentúan que la libertad individual, para que tenga algún sentido, se ha de basar en la vida social democrática, la igualdad de oportunidades económicas y demás”. Qué coincidencia con nuestro tiempo argentino, luego de unas elecciones legislativas en donde este debate por la libertad fue anticipado hace 30 y más años.

No es casual que a partir de una pandemia como la que vivimos desde principios de 2020 la cuestión de la libertad haya sido un tema central. Las cuarentenas como método de prevención sanitaria colectiva implicaron una restricción, en los hechos y las normas, de las libertades de movimientos que nos hicieron hablar y redimensionar la distancia social y la ausencia de la presencialidad.


En lo que hace a nuestra práctica clínica estos tiempos han llevado a semanas o meses en donde la atención telefónica, o por video llamada, y también otros métodos tecnológicos, fuesen la única chance de continuar los tratamientos analíticos, es decir otras maneras de salvar esa distancia, pero aun así, aunque intentemos salvar la falta de la presencia, nada logra evitar la dimensión del malentendido en la comunicación humana. El 10 de junio de 1980 Lacan dice que se define como “un traumatizado del malentendido”. (3)


Y continúo con algo más de esa intervención de Lacan: “En cuanto al psicoanálisis, su proeza, es explotar el malentendido por el malentendido. Teniendo, al cabo, una revelación que es de fantasma. Fue lo que les pasó Freud. Qué filón, hay que decirlo, ustedes todos, ¿qué son, si no malentendidos? El fulano Otto Rank se acercó a eso hablando del trauma del nacimiento. Trauma, no hay otro: el hombre nace malentendido.”

Podemos captar algo del malentendido en cuestión. No sin malentenderlo.

Y al mismo tiempo, teniendo en cuenta la ética del psicoanálisis, que se rige por sus consecuencias y no por sus intenciones, sabemos que no se trata de la libertad del analista por fuera de la institución. Aquel que se autoriza solo, con una ética de soltero, que en solitario fortalece su infatuación narcisista, sin salir del saber supuesto hacia el saber expuesto.


De eso se trata en nuestras exposiciones. Poner en juego algo de un saber hacer en las discusiones clínicas o en clases de nuestros cursos y seminarios. Justamente allí, tomamos como guía lo que decía Germán García: "Me parece que en la lectura hay que utilizar una definición que da Miller del cartel, dice que allí hay una elaboración colectiva de un producto particular, hay que subrayar lo de elaboración colectiva. ¿Por qué colectiva? Porque cuando varios se juntan no se sabe quién puso qué. Yo vengo aquí a hacer de más uno, los incito a ustedes, algunos de ustedes se enganchan por cuestiones particulares en algo de lo que digo, saca un producto. No es de ustedes pero tampoco es mío. Podemos decir que el producto es de quien asume la responsabilidad, el que responde por él, el que lo firma, pero la elaboración es colectiva. Hay que romper con la idea de autor y pensar en una dialéctica donde una elaboración colectiva posibilita un producto siempre particular. No hay antagonismo entre lo particular y lo colectivo, esta es la idea del cartel". (4)

En este último año estuvimos, con el seminario sobre la ética lacaniana, con una perspectiva de pos-pandemia en donde habrá, no lo digo yo sino estudiosos de Yale como Nicolas Christakis, habrá, decíamos una explosión de los goces, derroche económico, desenfreno sexual general, como en los años locos, la década de 1920, posguerra mundial, y también pospandemia de la mal llamada gripe española.

Tal vez tenga que ver esa interpretación sociológica con la fórmula política que trae a cuento Lacan: “No podría haber satisfacción para nadie sin la satisfacción de todos” [...] “Un analista se ofrece a recibir, es un hecho, la demanda de la felicidad”. Y me pregunto aquí, ¿y si se trata de una demanda de libertad?


Dice Lacan en el primer seminario suyo publicado (5): “Por ejemplo ¡Libertad o muerte! Aquí, por entrar en juego la muerte, se produce un efecto de estructura un tanto diferente en ambos casos, tengo a las dos. Como es sabido, la libertad, a fin de cuentas, es como la famosa libertad de trabajo por la que luchó, según dicen, la Revolución Francesa –puede ser también la libertad de morirse de hambre, y precisamente a eso condujo en el siglo XIX. Por ello, luego, hubo necesidad de revisar ciertos principios. Si eligen la libertad, entonces, es la libertad de morir. Es curioso que en las condiciones en que le dicen a uno ¡Libertad o muerte! La única prueba de libertad que pueda darse sea justamente elegir la muerte, pues así se demuestra que uno tiene la libertad de elegir”. Y quizás habría que agregar que “la dialéctica del esclavo es, evidentemente, no hay libertad sin vida, pero no habrá para él vida con libertad. De la una a la otra hay una condición necesaria. Esta condición necesaria se convierte, justamente, en la razón suficiente que causa la pérdida de la exigencia original”. […] “Quizá se produzca esto también en algunos de mis seguidores. No hay modo de seguirme sin pasar por mis significantes, pero ello entraña ese sentimiento de alienación que los incita a buscar, según la fórmula de Freud, la pequeña diferencia. Desgraciadamente, debido a esa pequeña diferencia pierden el alcance de la dirección que les señalo”.


Aquella demanda de libertad, tan actual, la asocio a la ilusión de catarsis de los primeros tratamientos de la hipnosis terapéutica o a la liberación promovida por tratamientos desde algunos contemporáneos de Freud como el loco Groddeck , o incluso Wilhelm Reich con su revolución sexual que culminó en una teoría delirante de energía de un orgón incomprobable.


Cuidado con aquellos que, impostores del lugar analítico, ofrecen felicidad o libertad. Son aquellos que no aceptan que un analista no tiene que ser el que se ponga en garante del ensueño burgués. Eso sería una estafa desde el vamos.


Germán García plantea: “Cuando se dice que no hay clínica sin ética se plantea la pregunta de si el pedido del analizante es un pedido de felicidad. ¿Cuál es la respuesta del que analiza? ¿Es darle la felicidad al que viene a buscarla? La pregunta sería: ¿quién es para darle la felicidad? Se trata, para Lacan, de plantear qué ética corresponde a un fin de análisis a partir del cual el sujeto va advenir, pero no según el ideal que tiene el analista.”


En ese sentido recalco lo sostenido por Lacan en su Seminario 7: “Lo que el analista tiene para dar, contrariamente a la pareja del amor, es lo que la novia más bella del mundo no puede superar, a saber, lo que tiene. Y lo que tiene no es más que su deseo, al igual que el analizado, haciendo la salvedad de que es un deseo advertido. ¿Qué puede ser un deseo tal, el deseo del analista principalmente? […] no puede desear lo imposible” (6)

En esos años 1959-1960, Lacan se planteaba algo que se ha repetido como mantra y que en realidad es una propuesta: “Propongo que de la única cosa de la que se puede ser culpable, al menos en la perspectiva analítica, es de haber cedido en su deseo”. Miller dice que el deseo es siempre una cuestión de horizonte, y lo toma del seminario Las formaciones del inconsciente.


Y con una forma de tratar la libertad, de modo muy transmisible, dice Germán García: “La libertad es la libertad de decidir, pero no se puede decidir sobre lo que no se sabe. Para tener la libertad de decidir el yo tiene que saber, esa ganancia de saber es la que ofrece el análisis.”


Hasta allí las libertades que me he tomado, más allá de rescatar también la respuesta pícara de Lacan a la periodista a la que le dice que nunca ha hablado de libertad, pero exactamente en ese 1972 en su Seminario 19 dice: “Dicho sea para la persona que me interroga sobre la libertad no conozco libre pensadores más que en el Vaticano. Yo no soy un libre pensador, estoy obligado a atenerme a lo que digo, pero allá, ¡que comodidad! ¡Ah! Se entiende que la revolución francesa haya sido vehiculizada por los curas. Si ustedes supieran qué libertad tienen, amigos míos, les daría escalofríos. Intento reconducirlos a lo duro, pero no hay nada que hacerle, ellos se desbordan. El psicoanálisis para ellos está superado. Ven ustedes para qué sirve el libre pensamiento: ellos ven claro.” (7)


¿Y entonces cuál es la verdad?


Dice Lacan al hablar del saber del psicoanalista, que “la verdad solo puede semi-decirse” y que hay que separar la paja del trigo. Creo que es de gran importancia ética señalar la relación que tiene un psicoanalista con lo que sabe. ¿Rechazarla a esa relación, reprimirla, no querer saber nada, condenarla? ¿Eso es lo que hace? Aquí Lacan critica a los médicos, a los que se la creen, y defiende al psicoanálisis laico de Freud. Es muy interesante cómo retoma su propio recorrido político en el psicoanálisis. Dice que él ya sabía que después de la guerra había perdido la partida antes de comenzado. Justamente la comenzó porque la tenía perdida. Recalca que no tienen nada de heroico “ustedes saben, hay un montón de partidas que se comienzan en esas condiciones. Ese es incluso uno de los fundamentos de la condición humana, como dice alguien, y no da resultados peores y cualquier otra empresa. ¿Quieren una prueba? El único inconveniente, pero sólo para mí, eso no los deja muy libres; lo digo de pasada para la persona que quería saber si yo creía o no en la libertad.”


Una última aclaración. Que hablemos de malentendido de la libertad no implica no reconocer el valor ético de las libertades. Allí donde no se practica la democracia, sistema falible si los hay, no hay lugar para el psicoanálisis. Lo supo Freud frente a la Gestapo, lo supieron muchos psicoanalistas como Oscar Masotta y Germán García y tantos otros, frente a los horrores de la Triple A, las dictaduras cívico-militares de 1955 en adelante o el terrorismo de Estado del 76 al 83. No somos neutrales, lo de “neutralidad benevolente” es una mala traducción del texto de Freud en alemán. Somos practicantes del psicoanálisis activos y decididos.


Comenta Alexandre Kojeve, que Leo Strauss en su libro La persecución y el arte de escribir, redescubrió ese arte antiguo que “consistía en escribir poco más o menos lo contrario de lo que se piensa, para disimular lo que se dice.” (8) Hay que saber interpretar las libertades desde la perspectiva analítica.


Una buena manera de interpretar eso fue la consigna de Literal, revista dirigida por Germán García : “No matar la palabra, no dejarse matar por ella.” (9)

Por último, tal vez algo un poco más interesante que esta selección de citas y comentarios apresurados de mi parte, y en consonancia en todo sentido con el comienzo milleriano, les leeré un poema de Octavio Paz, escritor mexicano, que se llama Libertad bajo palabra:


Viento

Cantan las hojas,

bailan las peras en el peral;

gira la rosa,

rosa del viento, no del rosal.

Nubes y nubes

flotan dormidas, algas del aire;

todo el espacio

gira con ellas, fuerza de nadie.

Todo es espacio;

vibra la vara de la amapola

y una desnuda

vuela en el viento lomo de ola.

Nada soy yo,

cuerpo que flota, luz, oleaje;

todo es del viento

y el viento es aire

siempre de viaje.


Referencias:

(1) Polémica política. Jacques Alain Miller. Ed. Gredos

(2) El sublime objeto de la ideología. Slavoj Zizek. Ed. Siglo XXI

(3) “El malentendido”. Clase de Jacques Lacan 10/6/1981 en su Seminario. Inédito.

(4) Diversiones psicoanalíticas. Germán García. Ed. Otium.

(5) Seminario 11. Los conceptos fundamentales del psicoanálisis. Jacques Lacan. Ed. Paidós.

(6) Seminario 7. La ética del psicoanálisis. Jacques Lacan. Ed. Paidós.

(7) Seminario 19. O peor…

Jacques Lacan. Ed Paidós.

(8) El emperador Juliano y su arte de escribir. Alexandre Kojève.

(9) Literal. Germán García y otros. Ed. Biblioteca Nacional.




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