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La ilusión de borrar al sujeto


Por Natalia Senestrari


Hace unas semanas, un artículo del diario Página 12 titulado: “Usan un implante cerebral para eliminar los pensamientos negativos y así prevenir la depresión” contaba que un grupo de científicos de la Universidad de California, en San Francisco, desarrolló un dispositivo de “estimulación cerebral profunda” que “elimina” los pensamientos negativos con una estimulación eléctrica para prevenir la depresión. La investigación fue realizada a partir del caso de Sarah, una mujer de 38 años con depresión severa que había tenido pensamientos suicidas en 2016. Los investigadores de la UCSF le implantaron en el cerebro un dispositivo que funciona con baterías del tamaño de una caja de fósforos, una especie de “marcapasos para el cerebro” calibrado para detectar el patrón de actividad neuronal que ocurre cuando se presentan los síntomas de la depresión. Allí, descarga pulsaciones de estimulación eléctrica para evitarla. Respecto a este ensayo, uno de los científicos refiere “Lo que creemos que está sucediendo en esta paciente es que algo en el entorno desencadena un proceso que provocaría un sentimiento negativo, el comienzo de lo que empeora su depresión. Lo detectamos antes de que se convierta en una depresión significativa y básicamente lo eliminamos.” [1]


Al leer este artículo, no pude evitar asociarlo con algunas películas de drama y ciencia ficción, como Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (2004). Es la historia de Joel (Jim Carrey) y Clementine (Kate Winslet) una pareja que por voluntad propia, a través de un procedimiento neurológico, decide borrar de su memoria la faceta de su noviazgo y todas las experiencias que juntos han vivido, para así evitar el tormento de su conflictiva ruptura. También me recuerda a la película española Abre tus ojos (1997) o su versión estadounidense, quizás más conocida: Vanilla Sky. Aquí el protagonista se somete a un procedimiento tecnológico que lo coloca en una especie de sueño lúcido, donde desaparecen todas las situaciones dolorosas por las que ha atravesado. Aunque pronto comienzan a aparecer “fallas” y “errores” en dicho sueño, producto del inconsciente, por lo que, en un momento, debe solicitar “soporte técnico” para repararlos.


Asistimos, una vez más, a la vieja aspiración de la ciencia -actualmente a través de los avances de las neurociencias- de poder localizar en el cerebro las emociones, los sentimientos, los pensamientos, los síntomas… mientras se asignan a sí mismos el poder de modificar y eliminar lo que ellos crean innecesario, en nombre de la “salud mental”.


Incluso fue un sueño fugaz del mismo Freud, neurólogo en su formación y discípulo de Charcot. En sus primeros textos, como por ejemplo, Sobre las afasias (1891), La neuropsicosis de defensa (1894), Proyecto de una psicología para neurólogos (1895). Podemos leer allí un proyecto en el que se pretendía que cada representación psíquica encuentre su soporte en la unidad de la neurona; proyecto que Freud abandonó de inmediato. Cuando comienza a ver cómo las histéricas sufrían de una lesión que no era anatómica descubre la importancia del inconsciente y sus formaciones: sueños, lapsus, síntomas… lo que culminará con la invención del psicoanálisis.


No se trata de oponernos neciamente a los avances de las neurociencias, ni de desconocer sus beneficios. Germán García, escritor y psicoanalista argentino, decía: “Aceptamos, como orientación general, que el siglo XIX fue el de las células, el XX el de las neuronas y el XXI será el de la investigación del cerebro. Pero, por eso mismo, no aceptamos que los defectos funcionales en el circuito estriado-tálamo-cortical definen el TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo)” [2]

En las prácticas como las mencionadas en este artículo periodístico, parecería que no hubiese diferencia entre los afectos y los pensamientos, que serían lo mismo. Consideran que a todo acontecimiento mental corresponde un acontecimiento fisiológico. Se basan en la hipótesis de que una modificación de los centros nerviosos cerebrales alteraría los mecanismos de regulación del comportamiento. Desde esta perspectiva conductista, el problema de la depresión sería el de un error de juicio del paciente, error que hay que corregir. Desde este enfoque, se trata de hacerlo pensar de “una manera correcta”, creyendo que hay una buena manera de pensar y ver la realidad, la que utilizan como modelo para modificar los ”errores de pensamiento” de los pacientes.


El intento de anular lo doloroso de un recuerdo o un pensamiento implica la anulación de toda experiencia subjetiva, de cómo cada quien simboliza la pérdida, cuál es la posición singular frente al dolor de existir, la responsabilidad de cada uno en relación al deseo que lo habita. “El olvido de la ciencia se vuelve memorable en la técnica; el olvido del sujeto encuentra su memoria en las cicatrices que el goce deja en su cuerpo viviente”. [3]


Y si hablamos de materialidad de los procesos psíquicos, no se trata de lo que pueda ser observable en un escáner. Jaques Lacan nos dice que está más a la vista de lo que creemos: en la estructura del lenguaje. Es el lenguaje mismo el que introduce la repetición en el sujeto, no hay que ir a buscarla en otra parte. Así, Lacan puede ubicar la materialidad del inconsciente freudiano en el lenguaje, en sus fonemas, en la estructura misma de la cadena significante, en las detenciones de esta, en los lapsus, olvidos, asociaciones libres, es allí donde emergerá, de manera evanescente, el sujeto del inconsciente.


Frente a los malestares actuales, el psicoanálisis plantea que no se trata de traducir en términos de redes neuronales los procesos subjetivos, no se trata de seleccionar qué es lo se debe recordar y qué lo se debe olvidar, se trata de que dicho malestar, pueda ser la oportunidad de iniciar el recorrido de un análisis: una experiencia insólita, diferente a la confesión religiosa y al adiestramiento cognitivo-conductual.



[1] Página12.com.ar/Sociedad -18 de octubre 2021

[2] García, Germán. “El psicoanálisis y las terapias milagrosas”, 2006, en Freudiana N°46, Revista de psicoanálisis de la ELP-Catalunya y en archivo virtual Descartes.org.ar

[3] García, Germán, “Tres palabras sobre este milenio”, en Derivas analíticas del siglo. Ed. Unsam, p. 15





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