A continuación algunos párrafos de lo dicho en la primera mesa de la IX Jornada de la APSaT - diciembre 2021 Gilardi- Paciello- Ortiz
El sujeto en su opacidad - Por Virginia Gilardi
En marzo de 1964 Oscar Masotta dá una charla en el Instituto de Pichon Rivière, cuando aún no había psicoanalistas lacanianos en el país. Su título queda plasmado en el texto “Jaques Lacan o el inconsciente en los fundamentos de la filosofía”.
Masotta elige lo que llama un título majestuoso para ubicarse y mostrar la posición lacaniana más inamovible: “La opacidad radical del sujeto para el psicoanálisis”. A partir de esta opacidad nada para el sujeto del psicoanálisis será comprendido, ni para todos será igual. Para este sujeto todo planteo sobre la libertad resultará un malentendido. A través de sus lecturas de Freud y Lacan, Masotta pensará esta cuestión en términos de la diferencia entre el yo y el sujeto. El yo como función de síntesis y el sujeto que surgirá más allá del yo y el otro.
Esto implicará la oposición a todo idealismo de la conciencia o del yo y una crítica a toda terapia que formulara sus principios en término de “fortalecimiento del yo”. Se trata antes que de construir, fortalecer o constituir el yo por el análisis, de “disolverlo”.
Masotta dirá que la noción de significante constituye el pivote instrumental del aparato teórico lacaniano, y también la noción de barra, para señalar la imposibilidad del pasaje directo del significante al significado. Imposibilidad del pasaje a la libertad como un universal. En el mejor de los casos habrá un pasaje a “las libertades”.
No hay discurso sobre la libertad que dé cuenta de una síntesis. El sujeto no comanda el lenguaje ni tampoco “su” libertad. El lenguaje sorprende al sujeto y nada de lo que acontezca en lo que Masotta llama “lo psíquico” se reducirá al campo de una conciencia actual.
Algunas cuestiones sobre el psicoanálisis en las instituciones- Por Ornella Paciello
Durante este año retomamos la lectura del libro “La entrada del psicoanálisis en la Argentina” de Germán García (1978). Nos encontramos con una producción escrita que rompe con la historia oficial del psicoanálisis. Un hecho de por si provocador, fiel al estilo de García, que nos hace pensar siempre en los movimientos políticos de la época, las posiciones equívocas de los referentes psicoanalíticos hasta ese momento.
“Freud había inventado la palabra psicoanálisis para diferenciar su campo de la psicología y la psiquiatría, así como había explicado la formación médica como obstáculo de la formación psicoanalítica”. Es en este camino con el que se tropezaron los primeros actores que pretendieron representar y transmitir la teoría del psicoanálisis en Argentina. ¿Por qué, si el fundador del psicoanálisis utiliza un neologismo (psicoanálisis) para distinguirlo y separarlo de otras prácticas, la medicina y la psicología, en Argentina nos encontramos justamente con este problema?
Quienes están acostumbrados a leer textos históricos se sorprenden con la novedad de que este libro no lo es. No es un simple relato cronológico sobre hechos acontecidos. Se puede leer cómo el psicoanálisis va hacia el encuentro con otros discursos y los interpela. Algunos analíticos pretendieron ir “más allá” de Freud, otros simplemente lograron encontrar una tangente, buscar una respuesta posible para soportar el vacío o la imposibilidad, quisieron adecuar, reparar, restituir, dosificar, etc. En palabras de German García “Los demás aportes coinciden en subrayar que existe algo esotérico en la práctica, pero ninguno sabe qué hacer”. La pregunta es justamente por la práctica: ¿Qué hacemos? Cuando trabajamos en la escuela y nos atraviesa el discurso educativo/pedagógico. Cuando trabajamos en hospitales o instituciones de salud y nos encontramos con el discurso médico o de la salud mental. Cuando trabajamos con tercerizadoras que adecuan la práctica a un encuadre institucional traducido en tiempo de atención, honorarios regularizados por empresas de salud, consentimientos informados, etc. Preguntarnos por los obstáculos y perspectivas- como bien lo propone Germán García- en el texto que puntualizamos este año nos invita a esclarecer nuestra
práctica.
¿Qué libertad de la pulsión?- Por Verónica Ortiz
En el marco del supuesto libre albedrío de los seres humanos, resulta de interés ubicar aquello que, aun disfrazado de libertad, no es tan libre. Abolido el instinto animal, reina la pulsión. El circuito pulsional, aunque “libre” en su montaje ya que no responde a un programa predeterminado y es distinto, único para cada ser hablante, una vez cristalizado, fijado a un determinado recorrido, obliga a cumplir aquello que se nos presenta como un destino.
[…]
Quizás y solo quizás, habrá alguna libertad si, como proponía Lacan, “(…) se desenrollan sus hilos- ellos se convierten en la pluma del pavo real, la toma de gas pasa a la boca de la dama y del medio sale una rabadilla”, si con los mismos elementos se llega a una invención, es decir, se modifica la economía de goce, las condiciones mismas de la satisfacción pulsional.
El llamado atravesamiento del fantasma supone que algo de ese arreglo inicial puede ser tocado en un análisis. La identificación al síntoma, supone un consentimiento, si no al goce, sí al menos a saber algo acerca de él, acerca del particularísimo modo de satisfacción que, al final, resta. Y tal vez deba haber un nuevo consentimiento: a abandonar el dispositivo analítico, habiendo constatado que el mito individual, la novela familiar, el destino no era tan trágico después de todo.
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