El viernes 5 de agosto Lorena Di Masso presentó su trabajo al que tituló: Sustitutos de lo imposible. “Conversaciones en los escalones del Panteón” - Seminario 17, de J.Lacan- es la referencia principal que la enseñante toma para compartir una serie de lecturas e interrogantes; la subversión del psicoanálisis en tensión con otras disciplinas -la filosofía, la ciencia, y sus efectos- se configuran como el horizonte a desplegar.
En el argumento propuesto se resalta el interés por “ubicar el modo en que en esta conversación Lacan se desmarca de los discursos de la filosofía y de la ciencia”, precisando consideraciones que constituyen propiamente al discurso analítico. A su vez, define como relevante el abordaje que éste realiza sobre la ciencia de su tiempo, dedicada en gran parte a la producción de una serie de objetos técnicos, las letosas. Este trabajo, señala Di Masso, se convierte en una vía para analizar su incidencia en la subjetividad, ordenada en relación a la palabra y al goce.
Diversos autores son puestos en consideración por Lacan: Freud, Kierkegaard, Heidegger, Kojève, Descartes. El psicoanalista francés, desde el inicio de la conversación, transmite claramente su posición mediante una interpretación. Como respuesta a una pregunta de un alumno (sobre la relación que él mantendría con uno de estos autores) responde: “No pueden imaginarse aún hasta qué punto se me atribuye un pensamiento. Basta con que hable de alguien para que se considere que condesciendo. Es el vértigo universitario tipo.”
Di Masso afirma, retomando lo señalado por Lacan, que esta especial interacción en las escaleras no fue una contingencia fuera de contexto, sino de una cuestión política que interesa al psicoanálisis. Esta conversación se da luego de encontrar cerrada la Facultad de Derecho en tiempos de revuelta estudiantil y obrera inmediatamente posteriores al Mayo francés de 1968.
Tomando la lectura de la clase mencionada, la angustia queda definida como ese afecto fundamental sobre “lo que todo se ordena”; esa emergencia se determina por no ser sin objeto. El objeto a -distanciado ya del estatuto imaginario- queda marcado como plus de goce; a la vez, su manifestación se subordina a la falta en ser, como causa del sujeto. Se va configurando una diferencia radical respecto de los objetos de la técnica: el objeto, para el psicoanálisis, huye, se escabulle, causando el deseo. La orientación lacaniana advierte entonces que no se trata de obturar con sentido (recordemos el modo en que la interpretación fue trabajado en clases anteriores en nuestro Seminario) la hiancia del sujeto, sino de brindar la posibilidad de que la palabra del sujeto, se despliegue.
Un particular acento sobre el término alemán Enstellung (“desplazamiento”, como una de las acepciones posibles en Freud) es iluminado en este trabajo. Di Masso señala diferentes destinos de sentido sobre los cuales el mismo podría aplicarse: desde el hecho de que Lacan instale su transmisión en las escaleras del Panteón de París (lugar simbólico en el que se elaboraron tanto objetivos religiosos como políticos), hasta la ambición de que el psicoanálisis se desplace, ex-sista, del horizonte de la filosofía del conocimiento, como del de la ciencia; desde los giros que los discursos suponen lógicamente en este Seminario 17 hasta la presencia de Lacan en esta época (año 1970) en la universidad, la radio, la televisión. Considero importante esta referencia, para poder ubicar la importancia del trabajo del psicoanálisis en la cultura y la sociedad; su práctica, aislada de lo que sucede en cada época y lugar, relega así a un lugar secundario su difusión, su existencia, en el campo de las prácticas y saberes.
La filosofía universitaria -ligada a la teoría- se convierte en un mojón sobre el cual el psicoanálisis debe, entonces, conquistar una distancia. Tomando una referencia de J.A.Miller, se sitúa que la experiencia analítica se articula con el saber; en esa articulación fuera de toda síntesis debe ponerse el acento: no se trata de alcanzar un saber absoluto. Lo imposible, como una de las presentaciones de lo real, no se deja apresar por ninguna aspiración de orden imaginaria o simbólica.
La enseñante toma a su vez a Oscar Masotta (en “Jacques Lacan o el inconsciente en los fundamentos de la filosofía”), quien reafirma la disparidad entre la filosofía y el psicoanálisis. La primera se encuentra en una especial articulación entre el pensamiento y la razón. En el segundo, el inconsciente se presenta como un obstáculo a esas operaciones: el síntoma analítico expone una perturbación a la aspiración de un saber acabado y absoluto. Su práctica supone así disolver los espejismos del yo, no de fortalecerlos.
En esta línea presenta la clase “Mutaciones del goce” de J.A.Miller, quien resalta que el “yo sé”, la “conciencia de sí”, supone el rechazo a todo saber. En cambio, el psicoanálisis hace depender el pensamiento de una pérdida: “Yo no sé”. El saber queda así del lado del inconsciente, “eso sabe”. Esta suposición del analista es la condición para la apertura del inconsciente.
Di Masso extrae también una afirmación de Germán García: “la sustancia del pensamiento es goce”. Así, García ubica a la cátedra universitaria en relación a “la reflexión que consolida el yo”; allí se pone en juego la seducción, el sujeto y el discurso del amo.
Retomando a Lacan en su Seminario, se señala que el discurso universitario enmascara actualmente el discurso del amo, quedando limitado a producir enseñantes. La ciencia toma el relevo del lugar que antes tomaba la filosofía en ese campo de dominio, suprimiendo al sujeto.
Para finalizar, toma nuevamente a Germán García quien afirmó en el 2011: “El 7 de julio de 1960, en la última clase del seminario La ética del psicoanálisis, Lacan dijo que “uno de los rasgos más entretenidos de la historia de las ciencias es la propaganda que los científicos y los alquimistas hicieron ante los poderes´ [...] ¿Cómo pudieron los poderes dejarse agarrar? La respuesta a este problema debe buscarse del lado del desmoronamiento de la sabiduría. Es un hecho que se dejaron agarrar, que la ciencia obtuvo créditos, gracias a los cuales tenemos esta venganza encima”. ¿La ciencia como venganza? La respuesta está unos párrafos antes: “Creo que a lo largo de este período histórico, el deseo del hombre largamente sondeado, anestesiado, adormecido por los moralistas, domesticado por los educadores, traicionado por las academias, se refugió, se reprimió muy sencillamente en la pasión más sutil y también la más ciega, como nos lo muestra la historia de Edipo, la pasión del saber”. Dentro de esa pasión del saber existe la vertiente de la sabiduría, pero “aparece perdedora frente a la vertiente de la ciencia irónica y sus juguetes técnicos que, como el deporte, son pasión de multitudes.”
Como conclusión, se mantuvo una conversación -ahora- entre los presentes. Algunos de los temas tratados fueron: la interlocución con André Green, la emergencia de constantes problemas en la aparición de nuevos objetos, el desprestigio de la práctica, cómo pasar del discurso universitario al analítico, los efectos de la noción de técnica en Heidegger, la posición de las psicoterapias dentro del discurso del amo, entre otros.
Al modo de la Entstellung se concluyó que, a diferencia de otras disciplinas, el psicoanálisis se escabulle, no es asible.
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