Clase a cargo de Félix Chiaramonte, Verónica Ortiz, Augusto Pfeifer y Verónica Rios
Lacan en los lazos sociales, según Miller , y la crítica de Germán García al discurso capitalista por Félix Chiaramonte
En primer lugar hay que destacar las clases de este seminario que hemos desarrollado durante 2022 que cuenta con una reseña de cada una, en nuestra página web de APSaT. Asimismo nos planteamos qué es lo que queda de un decir que siempre es incompleto, inacabado, y abierto. En esta exposición se tratará de algo que implica a los lazos entre analistas, y a los lazos sociales en general, con la especificidad de cada uno. En 1974 Miller dio una conferencia en Roma que se denominó “Teoría de la lengua”.Allí hizo un elogio de Lacan. En primer lugar al Lacan amo. “Sí, el amo. Es mucho decir ante una sociedad tan advertida. El nuevo amor ha sido bautizado en Roma en 1953, y él es el que aún retiene aquí, -¿quién lo ignora?-a cada uno de los que escucharon, cada uno por su cuenta, un “tú eres el que me seguirás”, y para confirmarse en la posición de discípulo, profirieron el 'tú eres mi amo'.” [...] “A veces ciertos ingenuos descubren repentinamente que no somos una sociedad, ya que seguimos a un amo, a un amo que manda (commande), ¡y cómo (comment)! Tal vez así ocurría en las sectas antiguas. ¿Dónde está el escándalo, salvo para quienes ya no pueden concebir la función de enseñar si no está vaciada en el molde de la Universidad? Lacan es un amo. Decirlo es, ante todo, decir que no es un sabio, filósofo que se adapta al orden del mundo y cambia su propio deseo. […] Ninguna moderación, ninguna templanza, nada de neutralidad. Quien creyese ser analista siempre, jamás lo sería. La apatía analítica, fuera de los cuatro paredes de la sesión, es la abyección misma.” Miller ataca esa posición, la ataraxia de un analista. Es lo que también Éric Laurent criticaba en la figura del analista vacío, frente al analista ciudadano. Se trata para Miller de una moral de cerdos, por eso dice que “No obstante, tenemos a Lacan, que todos los días nos demuestra que el análisis no es eso y que esa posición un poco depresiva no es el alfa y el omega del discurso analítico. Los cerdos, es verdad, tiene respuesta para todo.” Porque, por ejemplo, decían que Lacan estaba mal analizado u otras cosas, que se parecen bastante a los no incautos, los infatuados, los que están de vuelta de todo. Miller sostiene: “Amo es quien no teme al vecino, que siempre exige que nos ajustemos a las normas. Es quien no mira izquierda y derecha hacia atrás y para todos lados. Amo es quien no cede en su deseo y que así es, por sí solo, una caravana imparable. Freud fue un amo. Tener dolor de cabeza, haber tenido más sexo el día anterior, olvidar una palabra, todas las cositas de la vida, de su vida singular, le importaban. Y así el amo convoca a cada uno a lo que tiene de incomparable”. Ahora bien, también se pone en juego al Lacan histérico: Miller dice que “la palabra de Lacan es histérica al menos por el rasgo de ser auténtica”, por supuesto que es consciente de que “el término se ha desprestigiado después del existencialismo.” [...] “simular saber, simular el saber, es la impostura en que se sostiene el discurso de la universidad. Y entendemos por qué, debido a esto, el analista, más que cualquier otro, es propenso a aspirar a ello, me atrevo a decirlo, desesperadamente”. “Pero he aquí que eso no me impedirá iniciar mi tercer elogio el de Lacan educador.” Miller resalta el lugar de fundador de una Escuela, palabra que hay que saber ubicar fuera del discurso universitario , y cita un pasaje de Nietzsche, del texto Schopenhauer como educador. Finalmente, este vibrante elogio de 1974 habla del Lacan analista y puntualiza algo que marca una brújula: “…Para hablar de ello con pertinencia habría que ser uno de sus analizantes. Por tal motivo, seré breve. Solamente diré: ¿Quién aparece mejor en su destino de objeto a? Lo que a este respecto da testimonio de su función en el discurso analítico es este hecho: quienes lo dejan se vuelven mudos o cambian de discurso.” Y, al mismo tiempo, el Lacan analizante de su “No quiero saber nada de eso”. Este breve recorrido con citas de una intervención de Miller intenta retomar estos lazos sociales en el mismo Lacan, haciéndolo agente de esos discursos. Por último, algo que queda también por decir, y es acerca de la hipótesis del discurso capitalista. Al comienzo del año propusimos leer el artículo “¿Existe el discurso capitalista?”, de Germán García, porque discute esa posibilidad, y si bien en estos tiempos Miller dice que eso fue en un contexto de hace 50 años en Europa, y que eso no podría explicar muchas cosas actuales como el caso de China con un capitalismo de Estado, lo cual creo es muy cierto, también hay una línea que se autodenomina izquierda lacaniana y que plantea la incidencia de ese discurso. Por aquí , podría decirse que el capitalismo es una realidad, que sus formas firmas económicas hacen pasar deseo por necesidad, y que por supuesto que muchos pensamos que es más probable pensar el fin del mundo que el fin del capitalismo, como lo resalta Mark Fisher. Pero hay que diferenciar sistema social económico y político de un discurso que se propone interrogar un lazo social específico. Es en relación a eso que Germán García rechaza hacer desde el psicoanálisis un holismo del discurso, o un funcionalismo que no tenga en cuenta la intención del agente, o que se quiera generalizar un ejemplo singular. En el artículo de García dice : “Para volver a la clínica, digamos que ninguna especulación puede sustituir lo que está en juego tanto en Marx como en Freud: la realización de cada sujeto particular (“a cada uno según sus posibilidades”). De lo contrario, hablar de “discurso capitalista” va acompañado de un gesto de “bella alma” que escamotea la incertidumbre y la responsabilidad de cada uno en relación al goce, del que no puede sacarse una justicia distributiva.
La vieja novedad Por Verónica Ortiz
La propuesta consistió en un breve comentario acerca de dos textos viejos pero nuevos. Una novedad editorial (octubre 2022) de un viejo curso de J.-A. Miller: Los cuatro de Lacan 1234 Tomo II, clase 13, 3 de julio de 1985. Y un viejo libro de Nathalie Charraud que puede acercarnos algunos conceptos para nosotros nuevos de cara al seminario 2023 de la APSaT: Lacan y las matemáticas, Atuel- Anáfora, Serie Impar dirigida por Germán García- 1997.
Y en cuanto al título de la última clase- “Lo que queda por decir”- se constata que cuando un análisis finaliza o cuando un seminario llega a su fin, por ejemplo, siempre queda algo por decir, ya que “el psicoanálisis no conduce a la sabiduría sino a lo imposible”, al decir de Éric Laurent. Es imposible decirlo todo. Entonces, será, aún, aquello que resta lo que causará que se continúe diciendo.
La última clase del curso de Miller fue titulada “Discurso y recorrido”. Principales ideas:
Encontramos el cuatro de un extremo al otro de la enseñanza de Lacan. El culmen de esta orientación de Lacan es la noción de “discurso”, una estructura cuatripartita de cuatro ordenamientos subjetivos fundamentales.
Miller partió de la frase de Lacan en “Kant con Sade”: “Una estructura cuatripartita es desde el inconsciente siempre exigible en la construcción de una ordenación subjetiva”. La construcción se impone al analista; el ordenamiento se impone al sujeto. El sujeto tiene un orden. No se trata de un orden de sucesión (extravío postfreudiano- concepto de regresión, desarrollo, fases). Es un orden de estructura. Es decir, nuestra construcción es sincrónica. Hay una lógica que no incluye el tiempo en su sucesión. Toma elementos en su solidaridad estructural.
Pero hay una tensión entre este inconsciente que no conocería el tiempo y la cura analítica para la que “hace falta tiempo”.
“Discurso y recorrido” implica una antinomia, que Lacan aborda en “Posición del inconsciente”. Aunque una “posición” sea sincrónica, todo el esfuerzo del texto consiste en transformar la alternativa del lenguaje y de la palabra, de la sincronía y la diacronía, de la estructura y del tiempo en una disyunción, lo que significa que términos que parecen opuestos son articulables:
lenguaje palabra sincronía diacronía estructura tiempo discurso recorrido En la cuarta clase del Seminario 17 Lacan se refiere a un cuento de su infancia: "La historia del medio pollo”. ¿Es porque en la infancia Lacan se vio captado por la historia de un medio pollo que luego descubrió la división del sujeto? ¿O será más bien que el autor de la historia del medio pollo captó algo del “medio sujeto”, del sujeto dividido, es decir, captó un hecho de estructura? Ya hemos leído una rectificación de Lacan a uno de sus discípulos: El lenguaje es condición del inconsciente y no al revés. Por su parte, Charraud sostiene que si bien es cierto que pueden distinguirse dos periodos importantes en la enseñanza de Lacan, el primero en torno al significante y el segundo alrededor del matema, el proyecto inicial es claro de entrada: el de llevar el descubrimiento freudiano hasta sus consecuencias más radicales; la incidencias del orden simbólico en la naturaleza del hombre no están en el campo de la hermenéutica, sino en el de la lógica y en el de las matemáticas. Después de las teorías de los juegos y de algunos resultados que se refieren a los números y sus límites, es sobre la topología que Lacan trata de fundar una teoría del sujeto, aunque en los últimos años de su seminario comienza un desafío con la teoría de los nudos. Cada una de estas tentativas extrae de los objetos matemáticos herramientas sólidas para la transmisión, que se agregan a los matemas que el mismo Lacan ha elaborado. El uso particular de los objetos matemáticos y matémicos no tienen ambigüedad alguna. Representan una reducción, cruces y pases, en la posición de analizante que le gustaba recordar como la suya en su seminario. Estos resultados matemáticos revelan el armazón de una estructura. Si el objeto matemático está realmente en el centro de lo R, lo I y lo S, lo que le interesa a Lacan es que pueda comprenderse a través de letras. Un pasaje a la escritura. Lo que demuestra Lacan en “Radiofonía” es que todo cálculo es fundamentalmente cálculo sobre el goce, entonces es goce él mismo, de la misma manera que lo es el cifrado y el desciframiento del trabajo del inconsciente. Notemos la conexión entre goce, letra y cálculo. Para finalizar, una frase tomada de “El Aleph”, de Jorge Luis Borges: “Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje [la palabra, el narrar] lo es. Algo, sin embargo, recogeré”. El escritor reduce la proliferación de lo imaginario a un número simbólico (que es la primera letra de la Cábala) que será a su vez un nombre de lo Real que limita el espacio finito en un punto transfinito: aleph-cero. [Aleph Cero es el cardinal («el tamaño») del conjunto de los números naturales. Por su propia definición, Aleph Cero es un cardinal transfinito, mayor que cualquier número natural]. Pasar de la proliferación de lo imaginario a la creación de una letra que matematiza lo Real permite al sujeto contarse en una cadena de letras que nombra su singularidad. Esa es la finalidad del psicoanálisis.
Un trozo de verdad Por Augusto Pfeifer
“Hay cosas que deben ser dichas más de una vez, y que nunca pueden ser dichas suficientes veces.” S. Freud Esta afirmación -que forma la conclusión del enorme trabajo de ‘El Moisés y la religión monoteísta’- funcionó como introducción en esta clase compartida, “Lo que queda por decir”. En el contexto de retomar algunas lecturas sobre la verdad en psicoanálisis, se retomó una cita de Germán García (Dilema, 1986): “La estructura de ficción de la verdad -puesta de relieve por Jacques Lacan- es argumentada en diversos textos y en diversos momentos de las elaboraciones de la doctrina hasta llegar a ese punto en que las construcciones se justifican por la falta definitiva de algo en la historización del sujeto por su palabra”. No se trata entonces de sostener la ilusión de llenar esa ‘falta definitiva’ con un saber sobre la verdad. En el análisis se insta a desplegar una ficción como maniobra necesaria hacia el encuentro con lo real, utilizando a la asociación libre como instrumento. A lo largo del año se ha trabajado el modo en que -en el Seminario 17- Lacan define a la verdad ‘simplemente’ como un lugar en el aparato de los discursos. Se confirma así la imposibilidad de cernir de una forma unívoca a la verdad; a partir de la enseñanza de Lacan, su función se ve determinada por el contexto de enunciación. En el Seminario 1 la verdad queda ligada estrictamente a la dimensión de la palabra: lo falso o lo cierto se conjuga con las vueltas de la palabra. En la misma época, ahora en ‘Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis’ dice: “no se trata en la anamnesia psicoanalítica de realidad, sino de verdad, porque es el efecto de una palabra plena reordenar las contingencias pasadas dándoles el sentido de necesidades por venir”. Se sitúa, de esta manera, la revelación que supone la verdad en los tiempos del sujeto. A partir de la clase “El poder de los imposibles” de junio de 1970, se delimitan los lugares inventados por la universidad: las unidades de valor que circulan en ella, las medallas de los concursos (cuyos destinatarios Lacan asimila al ‘ganado’), los masters: “Avergonzarse por no morir de vergüenza daría tal vez un tono distinto, el tono de que lo real está concernido. He dicho lo real y no la verdad, ya que (...) es tentador sorber la leche de la verdad, pero es tóxica. Adormece, y eso es todo lo que se espera de ustedes.” Se circunscribe así una dimensión de la verdad que desconoce el valor de invención del acto analítico. Al decir de Germán García, el discurso universitario se presenta como la forma actual del discurso del amo en democracia. En este sentido, el conocimiento cuida al alumno (y al docente) del retorno de su deseo. Lacan va configurando un mapa cuyas precauciones se muestran como mojones orientadores para el analista: “Si quieren que sus proposiciones sean subversivas, tengan mucho cuidado de que no se queden demasiado atrapadas en el camino de la verdad”. Respecto de la relación entre el discurso amo y el universitario: “es muy tentador pegarse al S1, significante amo que es el secreto del saber en su situación universitaria. Se queda uno atrapado”. Ubica al respecto el lugar de seducción que puede adoptar la verdad como operador en la experiencia analítica. Para cerrar, orientados por el saber supuesto que promueve la transferencia, se vislumbra la distancia con la verdad: “que uno tenga todo que aprender de la verdad, es un lugar común que condena a cualquiera a perderse en ella. Que cada uno sepa de ella un trozo, eso bastará. (...) No hay nada más traicionero como instrumento”.
La cosa maldita Por María Verónica Rios
Lacan destaca al final de su seminario sobre ‘Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis’, que se trata de diferenciar el deseo del analista del deseo puro. El deseo puro “desemboca en sacrificio, propiamente dicho, de todo objeto de amor en su ternura humana”. Por la vía del sentido de la dialéctica no se puede dar cuenta –en alusión al drama del nazismo- del poder de fascinación que ejerce la ofrenda de un objeto a los dioses oscuros. Pocos pueden resistir la tentación del sacrificio, salvo la posición de Spinoza de la cual Lacan dice que es por la“reducción del campo de Dios al campo del significante”. Catherine Millot señala al inicio de Nobodaddy –La histeria en el siglo-, que este dios spinoziano es lo único que permite desprenderse al deseo humano, de los imperativos de goce obscenos y feroces del superyó. Recordemos que al inicio del seminario Aun, Lacan define la relación del sujeto al goce, se trata de que nadie obliga a nadie a gozar salvo el superyó, y es justamente ahí donde el discurso analítico interroga. Entonces- señala Millot -que no todo es puramente simbólico y que ese dios puramente simbólico no da lugar a la parte maldita, a la parte del Dios oscuro y a la insondable pregunta por el goce, eso que no se deja reducir. En cuanto al deseo del analista, no es un deseo puro sino que es el deseo de obtener la máxima diferencia, “porque el mecanismo fundamental de la operación analítica es el mantenimiento de la distancia entre el ideal y el objeto a”. Esto esclarece lo que Lacan propone en los cuatro discursos: en el discurso histérico el analista está llamado a encarnar ese lugar del Otro. A eso Lacan da una indicación clínica: “El analista debe abandonar esa idealización para servir de soporte al objeto a separador”; esto implica ir más allá del plano de las identificaciones. En cuanto a la función del padre, Millot nos recuerda que padre es aquel que sabe decir “no” al goce, y que la clínica de la histeria da testimonio del cuestionamiento de la función del padre y sus límites.
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