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Un padre por orden judicial

Por Verónica Ortiz

19 de agosto de 2009

Me llamó la atención hace unos días un artículo publicado en el diario Clarín[1] acerca de una resolución judicial: la de obligar, con la fuerza de la ley, a un padre a adquirir una computadora para su hijo de 10 años y establecer con él una relación vía chat tres veces a la semana, día y hora predeterminados. Algo así como un horario de visitas cibernética. Para asegurarse que el progenitor cumpliese con el mandato de la ley en forma personal, se agregó una cámara web obligatoria. De este modo se buscaba paliar la “angustia” del niño por no contar con la presencia de su padre desde sus 6 años de vida, momento en que se separó de su madre y partió al exterior.

¿Se puede construir un padre? ¿Se puede obligar a ser padre? ¿Se pretende hacer consistir un padre, allí donde tal vez no lo haya?

La nuestra es una época de gran heterogeneidad de la comunidad: lo que Jacques Alain Miller y Eric Laurent llaman el “multiculturalismo actual” que está en la base de identificaciones débiles y un sentimiento de fragmentación discursiva. En El Otro que no existe y sus comités de ética[2] exploran la decadencia del nombre-del-padre, significante que durante años funcionó colectivizando. Sitúan el modo en que, en consonancia con tal declinación, Lacan pluralizó este significante, convirtiéndolo en los-nombres-del-padre. Hoy hallamos, al decir de Miller, “el significante en nombre del cuál hablo”, lo que trastoca el nivel de la identificación.

En este contexto, la idea de familia ha cambiado sensiblemente. Se habla de convivencia, de monoparentalidad, de uniones del mismo sexo, de familias ensambladas, etc. La ciencia ha contribuido en este aspecto en gran medida, habilitando posibilidades hasta ahora insospechadas como la clonación, los implantes de óvulos, las donaciones de esperma… Hoy somos testigos de situaciones hasta hace poco inimaginables: una abuela dando a luz a su nieto, el nacimiento de octillizos, un niño concebido con el objetivo de salvar la vida de su hermano o una mujer que solicita que le realicen una inseminación artificial con el esperma de su marido, quien ha permanecido dos años en coma.

Es así que surgen nuevas preguntas éticas y vacíos en la legislación para la regulación de estas prácticas y se registran dificultades para situar las relaciones intergeneracionales y los lazos filiatorios.

(Una digresión: desde la perspectiva del super yo en su vertiente de mandato a gozar, nos preguntamos: ¿Todo lo posible es obligatorio?)

Es así que encontramos a la justicia en esta coyuntura, intentando poner orden en este estado de cosas: la incidencia de la ciencia en la vida de hoy, el estallido de los lazos familiares, la fragilidad de las identificaciones, la fragmentación y heterogeneidad de las comunidades, la segregación.

Pero, volvamos a las preguntas, retomando para nuestra época la interrogación freudiana acerca de qué es un padre: ¿un padre, se ordena? ¿Se es padre por obligación? El en nombre de la ley parece ser, en este caso, un intento de proceder en nombre del padre. Pero ¿de qué padre? ¿Del padre como función o del padre real de este niño? ¿Encarna siempre un genitor la función paterna? ¿Se puede obligar a un hombre real a hacerlo, bajo el control de la mirada del Otro?

En la clínica se verifica que lo que ocupa el lugar del significante de la identificación no necesita ser portado de modo exclusivo por el genitor. Puede tratarse de un padre ausente, incluso fallecido y no obstante darse un proceso de subjetivación sin demasiados sobresaltos.

Esto indica que no estamos habilitados a juntar de manera unívoca genitor y padre. Este es el punto que aparece confundido en el abordaje de este caso por aquellos que encarnan la ley.

Resulta esclarecedor al respecto el recorrido de la obra de Jacques Lacan, que va del mito del Edipo freudiano a la metáfora paterna, de allí a los nombres del padre y finalmente al padre como síntoma, un operador estructural con una función de uso: contar con el padre para servirse de él.

Ya en los inicios de su enseñanza, Lacan advertía “incluso en efecto representada por una sola persona, la función paterna concentra en sí relaciones imaginarias y reales, siempre más o menos inadecuadas a la relación simbólica que la constituye esencialmente” produciendo aquí una disyunción entre genitor y padre y enseñando a ubicar con precisión que “en el nombre del padre es donde tenemos que reconocer el sostén de la función simbólica que, desde el albor de los tiempos históricos, identifica su persona con la figura de la ley[3]”.

No obstante esto, ante el estallido de los lazos familiares en el marco de nuestra época, la del Otro que no existe, cobra toda su relevancia el interrogante que se hace y que nos hace Serge Cottet. “¿Qué hay de los estragos, del vacío dejado por el padre real, el genitor tan fácilmente reemplazado en nuestro discurso por un significante cualquiera en el lugar del padre desconocido, abandónico, perverso, irresponsable?[4]” Este punto es a esclarecer caso por caso y no debe ser soslayado, aún cuando mantengamos disjuntos genitor y padre.

Si bien anoticiados de lo anterior, es mi opinión que la pretensión de hacer un padre por orden judicial es una empresa que desconoce la distancia entre genitor y función paterna a contra mano de la definición que de esta última da Lacan (…) “en tanto que su nombre (el del padre) es el vector de una encarnación de la ley en el deseo[5]”, es decir, un padre es aquel que transmite a su descendencia un deseo que no sea anónimo. ¿Puede hacer esto un juez? Un juez está habilitado para hablar en nombre de la ley, pero ¿eso lo habilita de modo necesario a hablar en nombre del padre?


[1] Sociedad 06-02-2009

[2] Jacques-Alain Miller en colaboración con Eric Laurent El Otro que no existe y sus comités de ética Paidós 2005.

[3] Jacques Lacan “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”. Escritos I.Siglo XXI Editores

[4] Serge Cottet “El niño y las nuevas apuestas de la familia” XXVIII Jornada de estudio del CEREDA 10 junio 2006.

[5] Jacques Lacan “Dos notas sobre el niño”, Intervenciones y textos 2. Editorial Manantial.

PUBLICADO POR INSTITUTO OSCAR MASOTTA-DELEGACIÓN SAN FERNANDO



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