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Respuestas analíticas a las críticas de siempre

Por natalia Senestrari


Desde sus inicios, el psicoanálisis ha tenido que enfrentar numerosas críticas. Freud, en sus obras y en las conferencias que daba frente a sus colegas médicos, debía argumentar una y otra vez en defensa de su método y, en numerosas ocasiones, se anticipaba en sus textos a dichas críticas. En las décadas siguientes, reconocidos psicoanalistas de distintos lugares del mundo también se han ocupado en responder a ellas, sobre todo cuando se lo ha comparado en detrimento de las terapias cognitivo conductuales.


Actualmente, son muchos los artículos que descalifican al psicoanálisis y que intentan desacreditarlo. Estos no sólo demuestran un escaso conocimiento del dispositivo analítico, sino que además son versiones interesadas, que intentan correrlo del campo de la salud mental.


Mencionaré sólo algunas de las críticas dirigidas hacia el psicoanálisis en los últimos tiempos:

1. Hay una sugestión del analista hacia el paciente:

Es de público conocimiento que Freud comenzó utilizando la sugestión hipnótica para tratar a sus pacientes; sin embargo, fue abandonada rápidamente, lo que luego dio origen al psicoanálisis. Él rechazó de manera contundente la sugestión, considerándola lo opuesto a su nuevo método, ya que no se trataba de dirigir al paciente hacia algún ideal o valor moral determinado. En uno de sus textos manifestaba: “Rehusamos decididamente a adueñarnos del paciente que se pone en nuestras manos, a estructurar su destino, a imponerle nuestros ideales y formarle, con orgullo creador, a nuestra imagen y semejanza. Mi opinión continúa siendo muy contraria a semejante conducta, que además de transgredir los límites de nuestra actuación médica, carece de toda utilidad para la obtención de nuestro fin terapéutico.”[1]


Lacan utilizó la palabra sugestión para designar toda una serie de desviaciones respecto del verdadero psicoanálisis, ubicándolas del lado de lo que él llamaba las “psicoterapias”. Se diferenciaba de los posfreudianos, señalando que el fin de análisis no tiene que ver con una identificación al analista que se coloca en lugar del ideal y les señaló que su tarea es la dirección de la cura y no la del paciente. En un momento de su enseñanza, refiere que la sugestión tiene una estrecha relación con la transferencia, ya que el analizante le atribuye al analista un saber: Lacan lo llamará Sujeto supuesto saber. La sugestión sería una forma incorrecta de responder a esa atribución, de hacer un mal uso del poder que el paciente le confiere al analista, cuando éste asume esa posición de alguien que realmente sabe.


En relación a esto, nos encontramos con la regla fundamental del método psicoanalítico, la asociación libre: “diga lo que se le ocurra”. Esta regla está haciendo un llamado a la invención del lado del paciente y no a lo referencial respecto de sucesos, objetos o personas, sino a una ocurrencia. No se trata de simplemente contar lo que le ocurre a uno: es la misma palabra, pero es otra cosa. A través de la atención flotante, el analista escuchará de una manera atenta, pero, sin valorar, juzgar o evaluar la relevancia de los elementos del discurso del analizado, sin jerarquizar u otorgar mayor importancia a ciertos contenidos en desmedro de otros, respetando las reglas de neutralidad y abstinencia.


2. No se ha demostrado la eficacia del psicoanálisis mediante el método científico, ni está basado en estadísticas.

Este es uno de los señalamientos históricos en contra del psicoanálisis. En relación a esta cuestión me pareció excelente un texto de Germán García: “A causa de Mario Bunge”, en respuesta a las críticas del epistemólogo hacia el método psicoanalítico. Allí García se ocupará de argumentar y rebatir, punto por punto cada una de ellas. Sería muy extenso enumerarlas todas aquí; sólo tomaré un párrafo donde García señala que en el psicoanálisis existe una experiencia que no es del orden del experimento, pero que tiene cierto artificio que se llama dispositivo analítico y que puede ser enseñado de uno a otro. Dirá que no quiere defender al psicoanálisis como un conocimiento científico, sino como un saber que implica el mismo sujeto que construyen las ciencias contemporáneas. Que un saber no sea científico no significa que no sepa y mucho menos que sea independiente de la ciencia. De hecho, Lacan en sus seminarios y escritos extrajo numerosas nociones de la matemática, la física, la lógica, la lingüística, la topología y la antropología, entre otras.[2]


3. El psicoanálisis toma como elemento de análisis a los sueños que -para otras disciplinas que se consideran científicas- son sólo el resultado del aumento de ciertas sustancias químicas del cerebro y de la actividad de neurotransmisores, como un intento del cerebro de dar coherencia a un cúmulo de información sin sentido.

No podemos tomar este punto sin hacer alusión al concepto de inconsciente. Freud consideró que el análisis de los sueños, era la entrada privilegiada al inconsciente del paciente. Lacan lo ubicará dentro de las formaciones del inconsciente, junto con el síntoma, el lapsus y el chiste, que son los fenómenos en los que las leyes del inconsciente son más evidentes.


Lo novedoso en Freud, es que él tomó aquello que, en su época, era dejado de lado por ser considerado poco importante: los olvidos, los lapsus, los chistes, el sinsentido de los sueños. Allí donde el inconsciente emerge y quiebra la continuidad del discurso corriente. En este punto, el psicoanálisis se interesa por lo que irrumpe, por vía de las formaciones del inconsciente.


Las que he enumerado son sólo algunas de las detracciones que se le hicieron -y se le continuarán haciendo- al psicoanálisis. García, con el humor que lo caracterizaba, decía en una entrevista: “Yo creo que las críticas al psicoanálisis son parte de la cultura contemporánea. En todas las revistas sale la crisis del psicoanálisis junto con la crisis de la clase media. Yo creo que son formas de arruinarle las vacaciones a los psicoanalistas: se arruina el psicoanálisis y a la clase media, que son las dos cosas de las que viven.”[3]


Para concluir, y como una definición muy clara de la práctica psicoanalítica, tomaré un fragmento de una exposición de Éric Laurent, psicoanalista contemporáneo: “El psicoanálisis es una práctica de la palabra. Los dos participantes son el analista y el analizante, reunidos en presencia en la misma sesión psicoanalítica. El analizante habla de lo que lo trae, su sufrimiento, su síntoma. Este síntoma está articulado a la materialidad del inconsciente; está hecho de cosas dichas al sujeto que le hicieron mal y de cosas imposibles de decir que le hacen sufrir. El analista puntúa los decires del analizante y le permite componer el tejido de su inconsciente. Los poderes del lenguaje y los efectos de verdad que este permite, lo que se llama la interpretación, constituyen el poder mismo del inconsciente. La interpretación se manifiesta tanto del lado del psicoanalizante como del lado del psicoanalista. El psicoanálisis no puede determinar su objetivo y su fin en términos de adaptación de la singularidad del sujeto a normas, a reglas, a determinaciones estandarizadas de la realidad. No es una técnica, sino un discurso que anima a cada uno a producir su singularidad, su excepción.”[4]





[1] Freud, S. “Los caminos de la terapia psicoanalítica”, en Obras Completas. Ed. Biblioteca Nueva.

[2] García, G. “A causa de Mario Bunge”, en D’Escolar. Ed. Atuel.

[3] García, G. “La crítica al psicoanálisis es parte de la cultura actual”. En DiarioPerfil. Bs. As. Incluido en Mazza, C. (comp.) (2018) Palabras de ocasión. Entrevistas a Germán García. Ed. Los Ríos y en Archivo virtual www.descartes.org.ar.

[4] Laurent, E. “Principios rectores del acto analítico”, preámbulo del Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, en Comandatuba, Brasil (2004).






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