El uno, la marca y el campo del Otro

La propuesta de la clase retoma el capítulo VIII del Seminario 16 de J. Lacan titulado “El uno y el a minúscula”. Allí Lacan propone el carácter moderno escriturario del Uno nombrado por él como rasgo unario y que retoma lo que encontramos como einziger Zug, término con el que Freud atrapa una de las formas de lo que llama la identificación. En este rasgo unario residirá lo que luego encontraremos en nuestra práctica, en el campo del sujeto, ese efecto que es la repetición . Así, esa marca, el rasgo unario, introduce en el goce una huella de la que resulta una pérdida y la repetición como el esfuerzo de reencuentro con el objeto perdido . Por un lado, entonces, tenemos (a), como función de una pérdida y por el otro el Uno, el rasgo unario, un significante primero en el campo del Otro una inscripción . Una fórmula inicial que daría cuenta de cierta proporción. Esta armonía no se refiere a un encuentro feliz y nos plantea un examen de naturaleza matemática.
Lacan propone a partir de la lógica matemática, haciendo un uso particular de ella, cernir algo de las distintas modalidades de goce en cada sujeto, cernir algo de lo real.
Retomando el concepto de apuesta de Pascal, y a partir de estas sucesiones crecientes y decrecientes desarrolladas en la clase, me interesó retomar la apuesta ética de Lacan para el psicoanálisis. Las apuestas en cada sesión o en el transcurso de un análisis que, a partir de los sucesivos encuentros, permiten ubicar esos términos que son tyche y automaton. Apuestas que se dirigen a lo que Pascal nombraba como cara o cruz, cara o ceca por arriesgar una postura, una decisión para cernir con un esfuerzo lógico lo múltiple, lo infinito.
Una apuesta también la de Lacan, que repiensa la práctica freudiana para que, frente a la perspectiva de las múltiples terapéuticas actuales, nos oriente en una política, una teoría, y una práctica del psicoanálisis más rigurosa.
Virginia Gilardi
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