Por Verónica Ortiz
“Es como si aquello que soy me hubiera estado esperando desde antes de ser.”
Roberto Juarroz
En su ensayo sobre el masoquismo Sigmund Freud examina aquellas fuerzas que se revuelven contra nosotros en la vida y, si hemos emprendido uno, también en el análisis. Sentimiento inconsciente de culpa, reacción terapéutica negativa, masoquismo, más allá del principio de placer, pulsión de muerte, compulsión a la repetición son algunos de los nombres freudianos para aquello que escapa a la armonía, al bienestar. Es que no hay la felicidad.
El estudio del modelo pulsional freudiano que emprendiera Oscar Masotta concluye con estas líneas: “Lo que está en juego [es] cómo explicar la tendencia del sujeto al sufrimiento, el dolor, el autocastigo, el sadismo vuelto hacia la propia persona, el autodesprecio, la persistencia del fracaso, el rechazo del éxito, la evocación melancólica de los desastres del pasado, el gusto por la decepción, la fascinación por el suicidio; en resumen, la insistencia de la repetición de lo displacentero. […] ¿No deberíamos postular una tendencia de la vida psíquica anterior a las exigencias de la conservación, más radical que las sugerencias del placer?
Ahora bien, el sentimiento inconsciente de culpa es, justamente, inconsciente. Es decir, jamás admitiríamos que trabajamos contra nuestro bienestar. Antes bien, vivimos muchos de nuestros padecimientos como obra de un oscuro poder: el del destino.
Freud explica que aquello por él denominado “masoquismo moral” es poderoso. Resulta del influjo de progenitores, autoridades, maestros, modelos que uno mismo escoge y héroes socialmente reconocidos. “La figura última de esta serie que empieza con los progenitores es el oscuro poder del destino, que solo los menos de nosotros podemos concebir impersonalmente.”
Es en este punto que alude al escritor holandés Multatuli, seudónimo de Eduard Dekker. Multa tuli significa en latín “mucho he sufrido”, en referencia a un pasaje de las Tristia de Ovidio. Podemos preguntarnos el motivo que llevó al escritor a hacerse nombrar por el dolor, pero está más allá de nuestro alcance. Podríamos sí conjeturar que se trató de alguien que sabía acerca del más allá del principio de placer. En 1860 apareció su obra más conocida, Max Havelaar o las subastas de café de la Sociedad Comercial Holandesa, un ataque a la administración colonial de las Indias Orientales Neerlandesas, que exponía los escándalos e injusticias que el autor había observado. El público reaccionó negándose a aceptar el testimonio, pero a pesar de ello el libro se convirtió en un éxito en toda Europa.
El traductor de las obras completas de Freud, James Etcheverry, incluye la siguiente información en una nota al pie: “Multatuli era desde mucho tiempo atrás uno de los autores favoritos de Freud; una de sus obras encabeza la lista de los ‘diez mejores libros’ que éste confeccionó en 1906.”. Pero, ¿qué toma Sigmund Freud del escritor en esta oportunidad?: “Es poco lo que puede objetarse al literato holandés Multatuli cuando sustituye el Destino de los griegos por la pareja divina Razón y Necesidad; pero todos los que transfieren la guía del acontecer universal a la providencia, a Dios, o a Dios y la Naturaleza, son sospechosos de sentir a estos poderes, no obstante ser los más exteriores y los más remotos, como si fueran una pareja de progenitores.” Continúa explicando que parece ser muy difícil librarse de una concepción como esta, parental, del destino.
Entonces, la Razón, logos, lenguaje. La Necesidad, naturaleza humana. La naturaleza humana ha sido tomada- y por ello mismo desnaturalizada- por el aparato de lenguaje. El ser hablante es el retoño del encuentro entre el lenguaje y el goce. El lenguaje mismo es aparato de goce.
Retornemos al destino, que es precisamente aquello que nos hace retornar, una y otra vez, al mismo lugar de sufrimiento e insatisfacción. Según Jacques-Alain Miller, el psicoanálisis hizo revivir la palabra de los oráculos en la era de la ciencia. Ésta produce un saber que se mide con lo real mientras que el oráculo tiene un saber de un orden muy distinto. Jacques Lacan escribió “Lo dicho primero decreta, legisla, ‘aforiza’, es oráculo, confiere al otro real su oscura autoridad.” La autoridad es oscura porque lo dicho- que sea dicho- es una razón última, da cuerpo a la autoridad como tal de la palabra. El oráculo no da explicaciones. En los Otros escritos puede leerse “el oráculo no revela ni esconde, hace signo”. Es decir, no entra en el juego de presencias y ausencias que implica el acto de hablar sino que es algo del orden de una marca. Lacan vincula el dicho primer con el oráculo, con la ley, con el decreto (enunciado cuyo objeto es particular) y con el aforismo (proposición que resume una sabiduría en forma concisa).
Prosigue Miller “El dicho que ‘aforiza’ y que condensa una verdad no es el dicho que narra. Es lo contrario de la novela, con el lugar que ésta da necesariamente a la contingencia. El dicho que ‘aforiza’ siempre nos aporta un universal y nos lo espeta; no es el dicho que explica, que argumenta, que desarrolla. Clínicamente, eso se traduce en que el significante como tal tiene un poder de sugestión, es amo.” Podemos agregar, entonces, funciona como un destino.
Es que alguna palabra, o parte de palabra, cualquiera pero a partir de entonces esa, ha tocado un cuerpo humano en su entrada al lenguaje. ¿Habrá sido dicha por el padre, por la madre, por alguien de autoridad? No necesariamente. ¿Habrá sido un insulto? Tampoco es así en todos los casos. ¿Palabra importante, con oropeles de dignidad? Sí, o no. Puede que alguna palabra anodina, cotidiana, dicha por un perfecto extraño haya adquirido virtud oracular y de ese modo su oscuro poder, deviniendo, a partir de entonces, destino. Eso sí. Ha resonado en el cuerpo. Algo ha puesto en juego una satisfacción. Se trata de una irrupción de goce, dirá Lacan.
En su estudio preliminar a Membretes- Aforismos y otros textos, de Oliverio Girondo, Martín Greco sostiene, desde el campo literario, cuestiones que interesan al psicoanálisis: “Estamos ante un tipo textual inasible, fugitivo, cuya única continuidad parece ser justamente su discontinuidad, su intermitencia. Es un género de naturaleza doble. Por un lado, es inconcluso, recorte de un todo que nunca se muestra ni se percibe, por otro, es una pieza cerrada en sí misma, acabada y redonda. Es a la vez una carencia y un exceso.”. Entendemos entonces que Lacan haya aproximado lo dicho primero al aforismo: marca-texto inasible recortada y discontinua, signo. Pieza cerrada en sí misma, destino. Carencia y exceso, objeto a plus de goce. En el lugar de la falta que horada el lenguaje, en el lugar de la entropía, adviene un plus.
He aquí un aforismo del poeta (no tan breve en este caso): “Ambicionamos no plagiarnos ni a nosotros mismos, a ser siempre distintos, a renovarnos en cada poema, pero a medida que se acumulan y forman nuestra escueta o frondosa producción, debemos reconocer que a lo largo de nuestra existencia hemos escrito un solo y único poema.”
Por su parte, Éric Laurent comenta un sintagma de Lacan: “adivinación del inconsciente” formulándose estas dos preguntas: “¿Acaso el inconsciente adivina? ¿Acaso es destino?” Responde que frente a la idea de un inconsciente automático que se repite mirando fijo al destino, Lacan da valor a un inconsciente combinatorio, formal, pero que puede funcionar como sistema de adivinación. Es decir, esa suerte de respuesta automática a la que podemos llamar destino ha de ser interpretada.
De tanto en tanto releo un párrafo escrito por la poeta pampeana Olga Orozco, que deja patas para arriba la noción de tiempo lineal. Es la siguiente: “‘¿Qué memoria es esa que solo recuerda hacia atrás?’, dice la reina Blanca de Alicia en el país de las maravillas, y entonces es posible responderle que la memoria es una actualidad de mil caras, que cada cara recubre la memoria de otras mil caras, y que si el pasado ha estampado sus huellas infantiles en los muros agrietados del porvenir, también el futuro ha dejado su marca fantasmal sobre el pretérito.”
Es decir, el tiempo del análisis es el del futuro anterior, el “habrá sido”. He aquí también un poder, el poder de vérselas por medio de la interpretación con el oscuro poder del destino. Des-destinándonos.

Fotografía de Masood Aslami
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