“Je sentis ma gorge serrée par la main terrible de l´hystérie”
Charles Baudelaire
En 1971, Editions Gallimard publicaron Las palabras bajo las palabras-La teoría de los anagramas de Ferdinand de Saussure de Jean Starobinski. Esta investigación devela una cara hasta entonces oculta del pensamiento del reconocido lingüista, tan escondida como las anotaciones que habían permanecido en los cajones de su escritorio.
Jean Starobinski informa que Ferdinand de Saussure comenzó su investigación sobre los anagramas en 1906 y la continuó hasta los primeros meses de 1909. Trabajó en ella un tiempo considerable, a juzgar por el número de cuadernos que dedicó al problema.
Lo esencial de estos cuadernos está ocupado por ejercicios de desciframiento. La exposición teórica adquirió su forma definitiva en el “Primer cuaderno para leer previamente”, tal vez preparado con vistas a una publicación a la que su autor parece haber renunciado.
Nos informamos en el libro de Starobinski que Ferdinand de Saussure se dedicó a investigar la poesía de los grandes clásicos griegos y latinos y descubrió, entre 1906 y 1909, una sutil técnica de composición aún desconocida por los especialistas. Su propósito era establecer de manera indudable que los poetas griegos y latinos componían sus versos partiendo de una palabra-tema cuyos fonemas se debían emplear conforme a ciertas reglas. ¿Era una opción libre de los autores o más bien una norma impuesta por cierto código de la época? Además, parecía que incluso la prosa latina y el lenguaje del teatro estaban a veces sujetas a estas reglas anagramáticas. ¿Era mero gusto que las empleara, por ejemplo, un estadista tan ocupado como Julio César en algunos de sus textos? Por no poder demostrar la función general de esta regla de composición dentro de la escritura grecolatina Saussure prefirió guardar silencio.
Desde el momento en que fueron publicados en revistas los primeros fragmentos de este trabajo, la investigación sobre los anagramas del lingüista ya fallecido despertó inmediatamente una atención apasionada. Hoy se la califica como “la segunda revolución saussuriana” y en opinión de Roman Jakobson se trataba de una “intuición genial”.
Un ejemplo. En sus investigaciones sobre Los nibelungos -esos cantares islandeses que relatan la gesta de Sigfrido, héroe legendario de la mitología germánica- Saussure se esforzó por encontrar la prueba de que los personajes y los acontecimientos tenían como antecedentes personajes y acontecimientos históricos. A partir de textos poéticos, quería establecer la intervención de palabras, de nombres o de hechos antecedentes. Resuena aquí, me parece, y salvando las distancias, un eco de la primera teoría freudiana del trauma: localizar en fragmentos de lo dicho, hechos realmente acaecidos.
En una hoja rasgada, sin fecha, se encuentra esta nota de Ferdinand de Saussure: absolutamente incomprensible si no estuviera obligado a confesar que tengo un horror enfermizo por la pluma, y que esta redacción me procura un suplicio inimaginable completamente desproporcionado con respecto a la importancia del trabajo. Esto aumenta para mí cuando se trata de lingüística, por el hecho de que toda teoría clara, cuanto más clara, más inexpresable en lingüística; porque hago saber que no existe un solo término en esta ciencia que se haya basado jamás en una idea clara y que, por ello entre el comienzo y el final de una oración uno esté tentado de rehacerla cinco o seis veces. Si, según René Descartes, el método de pensamiento debe seguir el paso de lo “claro y distinto”, esto mismo parece haber atribulado a Saussure en su aproximación de la lingüística al campo de la ciencia.
Según Jean Starobinski, Saussure siente que la claridad se le escapa y, sin embargo, la ve ofrecerse de muy cerca. La evidencia no basta; es necesario, además, formular adecuadamente la ley. Ahora bien, a Saussure no le parece que la lingüística posea aún su verdadero lenguaje. Se dedicaría a darle uno, en el curso presentado a sus alumnos en 1907 y 1911. Pero se sabe que él mismo no le dio forma de libro a su enseñanza, publicada post mortem a partir de notas tomadas en sus clases.
En estos estudios anagramáticos previos, Saussure plantea el problema de este modo: La lengua no se crea sino con vistas al discurso, pero ¿qué es lo que separa el discurso de la lengua, o lo que, en determinado momento, permite decir que la lengua entra en acción como discurso? En este punto Staronbinski se pregunta “¿Pero, qué es la lengua separada del discurso? ¿Lo previo al discurso es la lengua o sería más bien un discurso antecedente? La lengua, simple repertorio de conceptos aislados separada del discurso (del habla) es una abstracción. La audacia de Saussure consiste en tratar esta abstracción como material concreto, como materia prima.”
También podemos nosotros, practicantes del psicoanálisis, formularnos tal pregunta. ¿Cuál es la relación entre el lenguaje y –utilicemos el término saussuriano provisoriamente- el discurso, en tanto que hábitat propio de cada ser que habla? Asimismo, constatamos que hay una distancia no solamente entre el lenguaje y la palabra de cada uno sino también entre lo que se dice y lo que se escucha, lo que se escribe y lo que se lee. Hay un desfase, una hiancia para cada sujeto hablante, que constituye el espacio propio de la interpretación.
Por otra parte, debemos tomar nota de lo que Jacques Lacan enseñaba, ya en 1955-56, en su Seminario 3: que la relación entre significado y significante “parece siempre fluida, siempre lista a deshacerse. El analista sabe […] lo que esta dimensión tiene de inasible”, razón por la cual es necesario el punto de basta que, retroactivamente, permitirá asir el sentido de la frase. Y esto nos lleva al nivel de la frase, no de la palabra. En su curso de 1995-1996 Jacques-Alain Miller explica del siguiente modo la afirmación de Lacan “la locución sigue siendo problemática, y la frase entera”: “Esto quiere decir que la solución saussureana conviene en primer lugar esencialmente a la palabra. Y es así, en efecto, cómo comienza Lacan a construir su grafo a nivel de la frase.”
Pero el descubrimiento del trabajo del lingüista con los anagramas, previo a sus más conocidos conceptos de significante y significado, anterior a su Curso de lingüística general, arrojó nueva luz sobre otro Saussure, aquel que habría tenido un vislumbre de que, como sostiene Miller, “el matrimonio perfecto del significante y el significado escondía de hecho un pésimo emparejamiento […] la cosa no andaba- ni en el psicoanálisis ni en la lingüística.” Es así que Jacques Lacan forja el concepto de lalengua- escrito en una sola palabra- para sustituir la noción del lenguaje, ordenado por la relación entre el significante y el significado.
Adentrémonos aunque sea brevemente, entonces, en la investigación anagramática de este otro Saussure.
El verso saturnio es la forma más antigua de la métrica latina. Acerca de éste dice el lingüista: La totalidad de las sílabas de cada verso saturnio obedece a una ley de aliteración, de la primera sílaba a la última; y sin que una sola consonante ni tampoco una sola vocal- ni tampoco una sola cantidad de vocal, no sea escrupulosamente tomada en cuenta.
1° Una vocal no tiene derecho a figurar en el saturnio si no tiene su contra vocal en un lugar cualquiera del verso […] las vocales se aparean exactamente, y siempre deben dar como resto cero, con cifra par para cada especie de vocal.
2° La ley de las consonantes es idéntica y no menos estricta […] siempre hay número par.
3° Si hay un residuo irreductible cualquiera, no hay interdicción alguna sobre este residuo. […] pero el poeta toma nota y lo vemos entonces reaparecer en el verso siguiente como nuevo residuo correspondiente al exceso del precedente.
“En los párrafos precedentes, Saussure está intentando reagrupar el conjunto de reglas técnicas de la composición. El término de hipograma o de anagrama aún no aparece, pero se trata precisamente de ellos, Saussure pensó, pues, en un texto bajo el texto, en un pretexto en el sentido fuerte del término”, explica Jean Starobinski.
Desde la perspectiva psicoanalítica, podemos resaltar aquí, me parece, el hecho de que, al intentar el apareamiento perfecto entre vocales- aquel que daría resto cero- esto no se logra y el resto se desplaza, sale a pasear por el texto, reapareciendo en el verso siguiente “como residuo correspondiente al exceso precedente”. Podríamos decir que es este residuo mismo el que está en la causa del verso...
Continúa Starobinski: “Se sabe que Tristán Tzara creyó poder atribuir a Villón este método de composición. El anagrama fonético percibido por Saussure no es un anagrama total. Un verso o varios anagramatizan una sola palabra (en general, un nombre propio, el de un dios o un héroe) limitándose a reproducir ante todo su ‘secuencia vocálica’. Al escuchar uno o dos versos saturnios latinos Saussure oye elevarse, poco a poco, los fonemas principales de un nombre propio, separados entre sí por elementos fonéticos indiferentes.”
¿Y por qué un nombre propio, podríamos preguntarnos, y no un nombre común cualquiera, el de un árbol, un cometa, un pájaro…? Nos topamos con una hipótesis previa, la que guía al lingüista, tal vez sin otro fundamento “científico” más que aquel de su deseo. Miller dice que “el fundador de la lingüística estructural era asaltado por ese murmullo oculto, ese susurro subterráneo de la poesía antigua”, y también que el síntoma de Saussure, si de síntoma se tratase, era oír el sentido oculto bajo la forma de un nombre propio disperso en el texto. Podría considerarse la investigación anagramática de Saussure casi como una locura, como un desecho de su elaboración lingüística. No obstante esto, Jakobson sostuvo que ese juego interno entre fonemas, ese fenómeno de eco generalizado constituye, precisamente, lo que denominamos poética.
Miller propone analizar el Curso de Saussure casi como un cierre, una represión de la polifonía y de la polisemia de los anagramas. Según él, lo que le faltaría a Saussure en sus desarrollos posteriores es algo no obstante insinuado en su interés previo por los anagramas, a saber, el inconsciente según la siguiente definición: las palabras juegan solas. Un inconsciente en el nivel mismo de la materia significante fónica. Cita de Lacan: “[…] el poeta se produce al ser comido por los versos, que encuentran en ello su arreglo, es evidente, lo sepa o no el poeta.”
Resulta arduo leer el libro de Jean Starobinski sin contar con conocimientos sólidos de lingüística. Vayamos pues a algún ejemplo que permita una comprensión más intuitiva, no por poco rigurosa sino por su mayor cercanía a nuestra práctica.
En el apartado denominado “Ecos” podemos leer algunos ejemplos del procedimiento saussuriano, aun si las palabras que hallemos bajo las palabras no sean nombres propios únicamente y ya no tampoco en latín ni griego sino en francés. Tomemos “Las memorias de ultratumba” de Francois de Chateaubriand, una autobiografía escrita entre 1809 y 1841 en doce volúmenes.
”LUCILE ET MOI NOUS NOUS ÉTIONS INUTILES” [Lucile y yo éramos inútiles uno para el otro] no es nada más que una homofonía. Más abajo, sin embargo, en el mismo retrato de Lucile, [Para ella todo era preocupación, dolor, herida].
“TOUT LUI ÉTAIT SOUCI, CHAGRIN, BLESSURE”
LU CI LE
Tomemos otro ejemplo, en “El viejo saltimbanqui” de Charles Baudelaire: [Sentí mi garganta oprimida por la terrible mano de la histeria]:
“JE SENTIS MA GORGE SERRÉE PAR LA MAIN TERRIBLE DE L´HYSTÉRIE”
HY S TERI E
A modo de conclusión, Jean Starobinski afirma que “Ferdinand de Saussure interpreta la poesía clásica como un arte combinatoria, cuyas estructuras desarrolladas son tributarias de elementos simples de datos elementales que las reglas del juego obligan en conjunto a conservar y a transformar, pero sucede que todo el lenguaje es combinación sin que intervenga siquiera la intención explícita de practicar un arte combinatoria. Los descifradores, sean cabalistas o fonetistas, tienen vía libre. Una lectura, simbólica o numérica, sistemáticamente atenta a un aspecto parcial siempre puede hacer existir un fondo latente, un secreto disimulado, un lenguaje bajo el lenguaje. ¿Y si no hubiera cifras? Quedarían ese interminable llamado de los secretos, esa expectativa del descubrimiento, esos pasos perdidos en el laberinto de la exégesis.”
“¿Y si no hubiera cifras?”, se pregunta Starobinski. En esto desemboca, entonces, todo el asunto. Sería una exégesis interminable, ilimitada, siempre abierta a nuevos sentidos y que requeriría, por lo tanto, de una nueva interpretación. Y de otra, y aún otra... ¿Dónde detenerse, entonces, en este tonel de las Danaides, agujereado, por el que el sentido se fuga? En el campo del psicoanálisis –ya lo sabía Sigmund Freud- esto implicaría el análisis “interminable”.
Es en este punto preciso en el que cobra toda su importancia el concepto lacaniano de lalengua y de lo que en ella hay de cifrado. Lo que Lacan llama de ese modo es
la lengua anagramática y no la del curso de Saussure. “Es lalengua llena de ecos, es lalengua de asonancias, lalengua de aliteraciones, lalengua de inanidades sonoras”, explica Miller. El lenguaje es entonces una reducción (o elucubración) de una materia significante sonora fundamental que pasa al escrito, por la gramática, por el léxico, por el ordenamiento de vocablos, por el diccionario. Lalengua no está hecha de elementos del lenguaje discernibles, en una dimensión sincrónica. Miller utiliza una expresión que ilustra muy bellamente, creo, de qué se trata: lalengua tiene una dimensión aluvional, “está hecha de aluviones, que se acumulan de los malentendidos de cada uno y de las creaciones lenguajeras de cada uno.” Recuerdo la sorpresa de un niño, pasmado ante una revelación súbita: Buenos Aires era una ciudad, no un buen hombre, como siempre lo había escuchado antes, “bueno Saires”, el bueno de Saires… En las redes recientemente circuló otro bello ejemplo: la niña que decía “Mi Cumán” al nombrar la provincia Tucumán. A ella el Otro le había dicho que Cumán le pertenecía…
Entonces, lalengua pasa al lenguaje a través de la reducción, del ordenamiento que el lenguaje le impone. Pero, no-toda pasa. Lalengua no es el lenguaje, no se trata en ella de ningún universal, tampoco de un universalizable. Resonancia singular hecha de goce, no está abierta a todos los sentidos. Solo a aquellos que han tocado nuestro cuerpo, escribiendo- de mediar un análisis- una hystérie (ya que un sujeto en análisis, aun si es obsesivo, se histeriza), escribiendo una hystoria, la de cada uno.
Referencias
Starobinski, Jean: Las palabras bajo las palabras, Gedisa editorial, Barcelona, 1996.
Miller, Jacques-Alain: La fuga de sentido, Paidós, Buenos Aires, 2012.
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