Clase de Carolina Fontán, Pablo Rosas y Ornella Paciello
Reseña de Verónica Ortiz
Bajo el título “Comentarios, interrogantes y respuestas”, el 7 de octubre fueron tres los enseñantes que (re)tomaron la palabra para revisitar un detalle de su clase, hacer el intento de explicar(se) algún punto oscuro, continuar con una línea de investigación o ampliar su recorrido previo por el Seminario 17 de Jacques Lacan.
El puntapié inicial lo dio Carolina Fontán, quien tomó a Germán García como guía para su lectura del seminario lacaniano y de El idioma de la identidad, de Vincent Descombes. Dos puntos impulsaron su segunda exposición en el marco del Seminario APSaT de este año: la idea que Lacan señala, diferenciándose de los post-freudianos, respecto de la identificación primaria al padre-y no a la madre- y el significante amo como agente que induce y determina la castración. [https://www.apsat.com.ar/clase-6-1]
En el enlace significante de un S1 y un S2 se abre la falla que se llama sujeto, configurándose la cadena inconsciente. La novedad en esta sexta clase del seminario es que Lacan afirma que de esto no resulta únicamente la posición del sujeto, sino que induce y determina la castración. Cita de García: “El conjunto unario es el conjunto de los significantes que lo constituyen a uno como tal, como conjunto de palabras, como si dijéramos un diccionario privado, donde las palabras no se pueden cambiar así porque sí” […] “Ese rasgo unario son las barajas que te tocaron en la partida. Y ¿qué es la partida? La partida es la identificación constitutiva de cada uno como uno diferente al otro. Eso es contingente.” [Fundamentos de la clínica analítica, p.157.]
Fontán pone en tensión la idea de identidad y de identificación a partir de una nueva cita de García, esta vez tomada de En torno de las identificaciones: “Cuando uno dice la identidad es la identidad, hay una tautología. Cuando dice la identidad no es la identidad, hay repetición. Sabemos que la repetición nunca se da de manera idéntica. Esto es lo que corresponde a la teoría de las identificaciones en psicoanálisis. En psicoanálisis no hay identidad, sino identificación y repetición.” Si un significante siempre remite, no a sí mismo, sino a otro significante, entonces lo que tenemos es la diferencia, no la identidad, y el modo en que alguien se las arregla con eso.
Una vez que se instauraron las insignias identificatorias de un sujeto, lo que un análisis puede hacer es precisamente hacerlas caer. Será necesario que el sujeto experimente una división a través de ser confrontado con lo que dice para que haya rectificación subjetiva, esto es, que deje de quejarse del otro y se pregunte acerca de su propia responsabilidad en relación a lo que lo hace sufrir.
Por su parte, como complemento a la clase 8 del Seminario 17 [https://www.apsat.com.ar/clase-8-2], Pablo Rosas realizó un comentario de la respuesta que Jacques Lacan dio a un periodista belga, Robert Georgin, en 1970 [Otros escritos- “Radiofonía”]. La pregunta era la siguiente: “En los Escritos, usted afirma que Freud anticipa, sin darse cuenta, las investigaciones de Saussure y las del círculo de Praga. ¿Puede usted explayarse acerca de este punto?”.
En esta oportunidad, las referencias son freudianas y masottianas. Rosas acerca el par concepto/imagen acústica al par representación inconciliable/monto de afecto. La barra representa la represión. En su artículo “La represión”, Sigmund Freud hace de la represión secundaria un segundo tiempo que supone una anterioridad lógica: el de la represión primordial, entrada del sujeto al lenguaje. En ese texto de 1915 [Obras completas Tomo XIV] Freud ya capta un elemento heterogéneo al lenguaje: el “monto de afecto”. Entonces, hay el grito que, en la entrada al lenguaje, deviene llamado (demanda) por la respuesta del Otro, pero hay también una irrupción de goce, un goce segregado.
Rosas se pregunta ¿Por qué el mecanismo de la represión? Y busca responder con un texto de Oscar Masotta [Lecciones de introducción al psicoanálisis, p.22 y p.30-32] que explica que el campo denominado psíquico se constituye a partir de una represión sobre la sexualidad, es decir que el sexo queda aislado del saber. Justamente la operación del analista de separar el sexo del saber convierte su práctica en algo distinto de la sexología.
Luego, también siguiendo la enseñanza de Masotta, se ordenan las etapas oral, anal y las fantasías concomitantes en una progresión- no un progreso- hasta el falo como premisa universal del pene, que organiza un tiempo retroactivo, ya mencionado en relación a la represión primaria y secundaria. Rosas explica esto último, asimismo, a partir de los ejes sintagmáticos y paradigmáticos de Jackobson y los aportes de Frege, referencias lacanianas. El falo está en el lugar de lo no representable, razón por la cual la castración se introduce en la estructura del sujeto.
Será el turno de Ornella Paciello, quien a su vez, retoma su comentario de la clase 7 del seminario [https://www.apsat.com.ar/clase-7-2] con una puntualización del capítulo titulado “Del padre edípico al padre primitivo” de Nobodaddy [p.57], de Catherine Millot. Cita: “La clínica dejaba a Freud los testimonios de un goce que no se deja reducir: fijación pulsional, automatismo de repetición, reacción terapéutica negativa, roca de la castración”. Nos topamos de entrada, en la presentación de Paciello, con lo que Rosas señalaba como “monto de afecto” freudiano. Esto llevó a Freud a proponer el concepto de pulsión de muerte y a elaborar aquello que estaría en el origen de la ley simbólica que rige los intercambios humanos, lo que según Lacan constituye el único mito de la modernidad: “Tótem y tabú”- complemento al mito edípico.
No obstante, aunque se lo califique de complemento, “Tótem y tabú” está estructurado de forma diferente a Edipo. En el mito de Edipo el asesinato del padre es condición para acceder al goce de la madre y, por el contrario, en “Totem y tabú” el goce, encarnado en el padre, ocupa el primer término, único que goza de todas las mujeres. En este mito, el asesinato del padre implica el nacimiento de la ley que regula las alianzas. La ley ya no es la causa sino la consecuencia del asesinato de quien encarnaba un goce absoluto. En síntesis, en Edipo el asesinato del padre es condición de goce y en el otro mito es prohibición de goce, hay una pérdida.
En lo que se refiere a la significación de la muerte del padre, el anhelo de muerte tiene la función (paradójica) de perpetuar al padre ya que constituye la prueba de su existencia, dejando la esperanza de una transgresión posible, a través de la cual se accedería al goce prohibido. El fantasma edípico- simbólico- mantiene el goce prometido al deseo. No es así con la muerte del padre originario, que no deja esperanza sino culpa. Este mito implica la inexistencia del padre y, por lo tanto, la imposibilidad del goce. El goce está fuera del campo de lo simbolizable-real.
Retoma Paciello la temática de la represión originaria. Cita de Millot: “Si la represión es una metáfora, o sea, la sustitución de un significante por otro, aquí se trata de una metáfora peculiar en la que un significante aparece en el lugar de la falta de significante, de un agujero. Si la muerte del padre primitivo, la inexistencia del padre, esto es, la incompletud de lo simbólico puede escribirse A tachado, el significante que viene a significarla puede traducirse por el Nombre-del Padre, simbolizado en este matema S(A tachado), las dos caras de la función paterna.” En la histeria aparecen también estas dos caras simbólicas, estructurales, bajo las figuras imaginarias del padre seductor y el padre impotente.
Continuaremos el viernes 21 de este mes con esta propuesta de “revisitar” lo comentado en las clases anteriores. En esta oportunidad serán Virginia Gilardi, María Verónica Rios y Natalia Senestrari quienes retomarán algo de lo que han dicho en sus respectivas clases, y también, algo de les quede por decir.
Comments