Por Virginia Gilardi
En ¨El malestar en la cultura¨, texto de 1930, Sigmund Freud, creador del psicoanálisis, señaló tres fuentes de sufrimiento humano con las que el sujeto tiene que enfrentarse a lo largo de su vida: la caducidad del cuerpo propio, las fuerzas naturales del mundo externo y la convivencia con los otros seres humanos.
Pareciera un contrasentido, si creyésemos en la armonía social, pero la relación con los otros es para un sujeto humano la fuente más importante de malestar. Este malestar se despliega frente a los otros, en la familia, en la escuela, en el trabajo, en las instituciones, en el entorno en el que nos desenvolvemos. El otro en tanto rival puede transformarse en objeto de agresión, en tanto ser distinto, como una alteridad no complementaria.
Podríamos iniciar este análisis diciendo que el ser humano recién nacido es el más indefenso para subsistir en su llegada al mundo, lo que lo pone en una situación de dependencia de los otros adultos en los cuidados. El psicoanálisis tiene en cuenta que solo los animales poseen un instinto para orientarse tanto en su subsistencia como en la relación a los otros seres de su especie, su interacción con el mundo y su organismo. No ocurre así con los humanos que por estar en la cultura, a falta de instinto, se orientan o desorientan a partir de la pulsión, concepto que tiene su complejidad, ya que se ubica en el límite entre lo somático y lo psíquico, y define el modo no instintivo de ligarnos al mundo. A consecuencia de esta indefensión del cachorro humano, de esta incompletud originaria y de este modo pulsional, no instintivo de ligarse a otro para su supervivencia, es que no hay relación idílica con los demás sino muy por el contrario, se constituye en una relación de tensión agresiva, especular con los otros. Ese otro es al mismo tiempo modelo y rival. Esta agresividad primordial constitutiva se desplegará en toda relación de ahí en más con los semejantes. Así, el sujeto humano construye su imagen en función de un otro, de esta disposición pulsional y su correlativa tensión agresiva.
Claramente, y siguiendo a Freud el análisis de la agresividad está en relación al malestar en la cultura.
Permanentemente los hechos del mundo y los más cercanos también, nos señalan que las reacciones agresivas, hostiles siguen actualizándose en el sujeto humano. Hostilidad que no solo es hacia los otros sino también hacia uno mismo. Se promueve insistentemente e infructuosamente desde distintos programas conductuales la adaptación y la corrección de estos comportamientos hostiles que atemperen el malestar de la convivencia humana pero hay algo irreductible en esta permanencia en la agresividad, que no cede ante los programas adaptativos.
También Jacques Lacan, quien continúa y retoma las formulaciones de Freud, en un texto llamado “La agresividad en psicoanálisis¨, diferencia así ¨agresividad¨ de ¨agresión¨. La agresividad en tanto que intención de agresión puede ser analizada, interpretada, y descubrir en ella algún sentido a descifrar. Introducir vía la palabra una temporalidad en el sujeto que pueda dar lugar a incidir en la tendencia a la agresión como actos violentos consumados, objetivados.
Para concluir y retomando ¨ El malestar en la cultura¨ Freud se refiere allí a la oposición a la que se enfrenta el programa de la cultura para mantener cohesionados a los seres humanos.
Lo dice así:
“Esas multitudes de seres humanos deben ser ligados libidinosamente entre sí, la necesidad sola, las ventajas de la comunidad de trabajo, no los mantendrán cohesionados. Ahora bien, a este programa de la cultura se opone la pulsión agresiva natural de los seres humanos, la hostilidad de unos contra todos y de todos contra uno. Esta pulsión de agresión es el retoño y el principal subrogado de la pulsión de muerte que hemos descubierto junto a Eros, y que comparte con este el gobierno del universo. Y ahora, yo creo, ha dejado de resultarnos oscuro el sentido de desarrollo cultural. Tiene que enseñarnos la lucha entre Eros y muerte, pulsión de vida y pulsión de destrucción, tal como se consuma en la especie humana. Esta lucha es el contenido esencial de la vida general, y por eso el desarrollo cultural puede caracterizarse sucintamente como la lucha por la vida de la especie humana…¨
¨El malestar en la cultura¨, en Obras completas, Ed. Amorrortu, pág. 118
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